REFUGIADOS AMBIENTALES: Un éxodo sin “Tierra Prometida”

61be063bEscrito por David Rodríguez Seoane
Los huracanes, los terremotos, la subida del mar y la desertificación provocan la migración de millones de personas que parten sin destino, ya que ningún país del mundo reconoce el estatuto de refugiado ambiental. La ONU calcula que en 2010 se alcanzarán los 50 millones de desplazados por los “caprichos de la naturaleza”. Un éxodo sin “tierra prometida” y sin ningún destino que otear en el horizonte ya que ningún país concede el estatuto de refugiado ambiental.
Los casos recientes de los devastadores terremotos de Haití y Chile dan buena cuenta de una realidad que no afecta por igual a todos los países. Si bien es cierto que la madre naturaleza no hace distingos entre sus hijos, ya sean ricos o pobres, también lo es que, muchas veces, detrás de las catástrofes naturales se esconden la mano del hombre y su inconsciencia. Las construcciones con materiales de dudosa calidad y en espacios no urbanizables son uno de los efectos contraproducentes más habituales que se derivan de la intervención humana en las zonas más propensas al impacto desbocado del medioambiente. Quizás sea ésta la razón que hace que la naturaleza reparta su ira con medidas desiguales. Baste con mencionar Japón.
Las causas ambientales que pueden llevar a millones de personas a emprender una nueva vida lejos de la suya son múltiples. El cambio climático sólo es la última en unirse a la lista. Desastres naturales como los del huracán Katrina o el tsunami que asoló el sureste asiático en 2004, la desertificación o desgraciados accidentes industriales como el de Chernobyl suponen el punto de partida de un viaje de ida a ninguna parte y para el que parece no haber retorno.
Tanto es así que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) afirma que hoy la degradación ambiental desplaza a más personas que el cómputo global de las guerras que permanecen candentes en el mundo. En suma, este organismo calcula que son 211 millones las personas que han tenido que migrar por razones relacionadas de manera directa o indirecta con el deterioro de su entorno natural.
El futuro tampoco parece halagüeño. Las estimaciones para 2050 se confunden en un auténtico remolino de cifras inexactas que debilita la voluntad de los estados y de los organismos internacionales de afrontar el problema. Los 200 millones de refugiados que vaticinan los estudios de la Universidad de Oxford se multiplican por cinco, según las apreciaciones de Christian Aid. Ante esta grave indeterminación, muchos expertos han propuesto la elaboración de una convención especial que proteja a los desplazados ambientales.
Aún así y pese a que se trata de una situación compleja en la que confluyen demasiados intereses políticos, sociales y económicos por parte de los países implicados, la traba principal para encontrar una solución aceptable se reduce a una única cuestión: identificar quién ha motivado el desplazamiento. Éste es quizás el requisito fundamental que el derecho internacional considera ineludible para que un refugiado pueda solicitar asilo. Por eso, lograr que se reconozca al hombre como causante y por tanto culpable de las consecuencias del cambio climático puede significar la gran esperanza de millones de personas obligadas a ser nómadas.
Dadas las circunstancias, la responsabilidad de cuidar el planeta parece más obvia que nunca. Por supuesto, los “ataques” de la naturaleza no pueden ser controlados por el hombre pero sí los suyos propios. Una mayor prevención, en la medida de lo posible, reduciría las pérdidas y evitaría tanto dolor innecesario. Hoy el problema “sólo” es conseguir que la comunidad internacional reconozca los derechos del refugiado ambiental. ¿Qué pasará cuando no quedé un solo lugar en la Tierra al que podamos huir en busca de refugio? Todavía estamos a tiempo de construir un buen presente que augure un mejor futuro.
FUENTE: ELMERCURIODIGITAL

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