¿Qué tan cierto es que cualquiera puede tener un blog?
En la antigua Grecia la escritura era una de las artes más honorables; en la Edad Media, era objeto de censura; en la Sociedad de la Información parece ser una obligación. Pero entonces ¿todos podemos escribir? La respuesta es sí, lo que no está tan claro si todos debemos hacerlo.
Con más frecuencia encontramos médicos, ingenieros, economistas y politólogos llenando los espacios televisivos, radiales y páginas centrales de los grandes medios de comunicación. Cada uno de ellos, con su estilo particular y plumas que cumplen con las reglas básicas para transmitir un mensaje, se han convertido en los nuevos referentes sobre ciertos temas, relegando a los periodistas especializados y convirtiéndose en profesionales con capacidad para comunicar.
De hecho, varias cátedras especializadas en Comunicación y Periodismo están ocupadas no por profesionales de estas áreas, sino por otros que desde su quehacer se han interesado por transmitir sus ideas al gran público.
Pero ¿qué pasa con los blogs? Aquí el terreno es un poco más movedizo. No estamos hablando de cumplir con los estándares de calidad de un medio, ni tampoco de sentir la presión de brindar información certera que supone el ejercicio periodístico, simplemente se trata de registrar un nombre, seleccionar una plantilla y empezar a publicar.
El adagio popular manda al zapatero a sus zapatos, pero en los tiempos de la hiperconexión todos los demás vamos a los blogs. En principio resultan ser una fuente de atracción para quienes tienen cualquier interés, por mínimo que sea, en transmitir sus ideas (téngase en cuenta que existen también fotoblogs y videoblogs, que responden a la misma lógica de funcionamiento pero con contenidos en formatos distintos).
Con buena o mala ortografía, los blogueros del mundo hacen su mayor esfuerzo por dar a conocer sus ideas y opiniones. Algunos se especializan en ciertos temas, otros hacen alarde de poder opinar sobre cualquier cosa. Con el tiempo algunos logran tejer una reputación fundada en constancia y buenas frases, otros abandonan sin remedio las lides de la escritura digital.
Pero ¿qué tan pertinente resulta que cualquiera tenga la posibilidad de escribir sobre cualquier tema? En una balanza, a la derecha se encuentra el sagrado derecho de la libertad de expresión, gracias al cual las opiniones pueden ser expresadas abiertamente, sin importar el sustento argumental de las mismas; en la izquierda, aparece el terrible problema de la sobresaturación de información ‘basura’ y de la confusión que esta puede generar en algunos lectores.
200+ millones de blogs registrados en el mundo equivalen al total de registros alcanzados por LinkedIn, una de las redes sociales de mayor crecimiento. Se estima que un 11% de los ‘blogueros’ actualiza sus publicaciones diariamente, lo que implica que veintidós millones de personas pasan al menos una hora frente al computador publicando contenidos. Eso es el equivalente a toda la población de Chile y Uruguay, sumada y actualizando.
¿Realmente hay tantas cosas por decir? Al día cientos de pensamientos atraviesan nuestras mentes, pero cuántos de ellos podrían pasar el filtro que se tendría para un contenido en un medio de comunicación, o en un centro académico, o en una conversación con un colega.
Los blogs están para decir cosas, cualquier cosa sobre cualquier otra; en ellos cualquiera encuentra un espacio y hasta un público, pero, en términos de aumento de datos al ciberespacio y de afectaciones personales en sus lectores, ojalá todos los blogueros piensen en las implicaciones de sus contenidos antes de publicar cualquier cosa sobre cualquier otra.
Adriana Molano Rojas
Comunicadora Social – especializada en Gestión Cultural
Colombia Digital