En honor a la comunidad del ‘Clubhouse Suba Compartir’

En febrero de 2002, en el noroccidente de Bogotá, gracias al aporte de la Fundación Compartir, inició el Clubhouse Suba Compartir como parte de la Red Computer Clubhouse con presencia en más de 100 comunidades alrededor del mundo. Y cuyo propósito es los que niños y jóvenes puedan dar rienda suelta a su creatividad, realizando proyectos basados en sus propios gustos e intereses, utilizando como pretexto la tecnología.

El Clubhouse Suba Compartir puso a disposición de niños y jóvenes entre los 8 y 18 años, variedad de recursos tecnológicos, para que en horarios de contra-jornada escolar asistieran libremente a explorar las diferentes posibilidades de crear y diseñar con la ayuda de herramientas digitales. Sin horarios, sin currículos definidos, sin profesores, sin notas, sin propósitos preestablecidos. Solo cumpliendo los siguientes principios:

  1.  Aprender diseñando
  2. Crear siguiendo los intereses personales
  3. Aportar para la consolidación de una comunidad de aprendizaje
  4. Respetar las ideas de los otros

La semana pasada, después de 11 años, el Clubhouse Suba Compartir cerró sus puertas a la comunidad. Ahora, como partícipe directo en sus primeros años de existencia, me permitiré compartir algunos momentos memorables de este singular espacio de aprendizaje:

  • Los múltiples proyectos de diseño creados por niños y jóvenes con los recursos disponibles: animaciones en Flash, montajes en Photoshop, juegos en Scratch y Movie maker, animaciones en 3D, páginas web, composiciones musicales, documentales en Adobe Premiere, construcciones con los LEGOS RCX, tarjetas animadas e ilustraciones.
  • La presentación del proyecto de animación «Historias Urbanas» en el edificio del Senado de los Estados Unidos, en el marco de la Conferencia Mundial de Clubhouses en Washington (noviembre de 2003), realizado por Fernando Benítez y Juan Sebastián Méndez.  Clubhouse.jpg
  • El concurso de proyectos realizado a finales del 2002, en el que Andrés Rojas ganó un pasaporte doble a Salitre Mágico por su cuento «Muerte Trágica».
  •  La presentación ante 85 profesores del Gimnasio Académico Regional del proyecto de la página Web del colegio, realizado por Liliana Torres, en el que invirtió un año en su realización y contó con la colaboración de diferentes mentores a lo largo del proceso.
  • Las más de 12 becas para estudios de educación superior (denominadas C2C) ganadas por los miembros. En todas las versiones de las convocatorias realizadas desde Boston (EE.UU) dirigidas a los más de 100 Clubhouses, Suba Compartir siempre ganó. Una especial mención a la primera beca C2C de Fernando Benítez de USD$2.500 y el computador portátil Dell, otorgado por el Museo de Ciencias de Boston en el 2004, la cual constituyó un reconocimiento al proceso de aprendizaje que se venía adelantando en el Clubhouse, en la medida que Fernando fue miembro, luego mentor y hoy un exitoso Ingeniero Catastral.
  • Los viajes a Boston para los encuentros internacionales de jóvenes (Teen Summit), donde las delegaciones de Suba Compartir tenían la oportunidad de intercambiar y crear proyectos con jóvenes de diferentes regiones del mundo.
  • La oportunidad de contar con el voluntariado del realizador de cine y animador digital, Óscar Andrade, quien aportó para que mentores y jóvenes del Clubhouse aprendieran conceptos y destrezas en la realización proyectos de animación en 2D y 3D.
  • Los cursos para adultos que se realizaban los sábados, donde algunos de los miembros participaban también como mentores de sus papás y mamás.
  • Las vacaciones de final de año en las que jugábamos fútbol, yermis, juegos de mesa, Xbox; y también se dictaban talleres de origami, pintura, plastilina, caricaturas y vitrales.

Ahora, sin duda, lo mejor durante mi paso por el Clubhouse fue ser testigo de la conformación de una comunidad de aprendices. Ver la expectativa y en algunos timidez cuando llegaron por primera vez y luego como ganaron confianza y se integraban con los otros. Aprendían nuevos programas, iniciaban la realización de proyectos basados en sus gustos, compartían, proponían actividades y ante todo, se divertían. Valoro haber tenido la oportunidad de apreciar como los jóvenes desarrollaban destrezas en el manejo de computadores, pero ante todo en liderazgo, en el sentido de pertenencia, en los planes para el futuro.

Me hace feliz saber que muchos de los niños con los que compartí, hoy son y serán exitosos diseñadores, arquitectos, animadores, ingenieros, músicos, entre otras profesiones. Pero sobre todo, seres humanos excepcionales. Destaco de forma especial a Claudia Cuadrado, quien fue integrante del Clubhouse, mentora y la que lideró el proyecto en su etapa final.

Finalmente, gratitud y reconocimiento especial a quienes hicieron sus aportes en gestión, conocimiento y cariño a este inolvidable espacio: Patricia Díaz, Oswaldo Otero, Eduardo Otero, Sergio Avella, Liliana Moreno, Juan Diego Álvarez, Santiago Moreno y por supuesto Claudia.

 

Oswaldo Ospina
Coordinador de TIC y Educación
Colombia Digital

 

 

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