El sueño bogotano

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Luego de un año trabajando en las veredas del Huila, volví a mi natal barranquilla, pero antes, hice una parada en Bogotá, para visitar a mis amigos de la universidad. En menos de dos días lograron inquietarme con la idea de vivir en esta ciudad y buscar trabajo, sin embargo no lo hice, pues pensaba en dónde y de qué iba a vivir mientras empezaba la odisea de buscar trabajo.

Familia no tenía en la capital del país, pero si una colonia costeña que me esperaba conformada por casi 20 ingenieros entre compañeros y amigos, que habiendo alcanzado su “sueño bogotano”, conocían en carne propia lo que es cumplirlo, por lo que no faltaron espaldarazos acompañados de frases como: “Donde come uno, comen dos”“Acá sacamos una colchoneta y vives con nosotros hasta que reviente algo”. Hermandad profesional, qué bonito.

Para cumplir con mi labor y no decepcionar a quienes me habían apoyado desde un principio, inicié mi búsqueda de empleo en Barranquilla y envié hojas de vida, con la esperanza de que me dieran plazo para viajar e ir hacer una entrevista. Sin más ni más, cuando llevaba menos de un mes enviando mi perfil laboral, recibí la llamada que me alejaría de la tarea ociosa y divertida de navegar seis horas diarias en Facebook: “¿Está dispuesta a viajar a Bogota? ¿Radicarse por completo?  Le estaremos haciendo una entrevista por Skype, luego le enviaremos una prueba técnica a su correo y le estaremos notificando”, decía al otro lado una seria voz femenina.

Tantas preguntas, yo solo respondía que sí. Al colgar, le conté de la particular anécdota a mi mamá, imaginando que seguramente ella estaría inquieta por las condiciones o la empresa que me llamó, en cambio, sólo pudo anotar: “¿Qué es eso de Skype mijita, eso es de Internet?”.

Al día siguiente tenía la cita a las 11:00 am, maquillaje, cepillado y un atuendo decente, para hacer mi primera entrevista por Skype, me esperaba una cámara y del otro lado, mis futuros jefes, si es que todo salía bien.

Por supuesto, en este tipo de acontecimientos no podía faltar el toque dramático. Los percances presenciales para una entrevista local pueden ser del estilo del bus que se vara, el retraso en la peluquería o un inconveniente tinto que cayó sobre una blusa blanca. Aunque la entrevista era virtual, tuvo su dosis de suspenso e intriga, se cayó el Internet y mientras llamé al operador a reclamarle por tan inapropiado inconveniente, me maquillé y caminé hacia la casa de mi mejor amiga que queda a una cuadra. Usé su computador, abrí Skype y llegué tarde a la entrevista, pero llegué.

Cámara, diadema y acción, me sentí tan nerviosa como si estuviera frente a frente al entrevistador y ese mismo día resolví una prueba de conocimiento, en la que me colocaron límite de tiempo para resolverla y enviarla a un correo electrónico.

Al día siguiente recibí una llamada, me decían que todo había salido bien y que tenía que irme a radicar a Bogotá, solo tenía tres días para empacar, despedirme y salir del shock. Mi sueño bogotano empezó desde esa llamada y todavía continúa: lo vivo cada vez que me subo a un transmilenio y disfruto cuando le cuento a la gente que fue gracias a la tecnología y estando a tantos kilómetros de distancia que tengo la oportunidad de trabajar actualmente.

Ahora, el aprendizaje de esta experiencia no fue sólo mío. Por aquello de la distancia y el deseo de mantenernos en contacto, mi mamá, ya con sus 65 años, vio la necesidad de hacer un curso de sistemas y aprendió de todo. Ya hace diapositivas y tiene una cuenta en Messenger, para comunicarnos con mucha frecuencia a pesar de la distancia gracias a la tecnología.

María Luisa Caicedo Bernal
Formador Regional Bogotá
Alianza Fundación Telefónica – Corporación Colombia Digital
maria.fr@colombiadigital.net
www.colombiadigital.net

Comentarios

1 comentario

  1. muy buenos articulos como siempre
    saludos cordiales
    sebastian

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