Tramitología del siglo XXI

tramite

Empecemos este texto con un trámite: un día, el señor Pedro Arturo, decide vender el carro que compró hace un año. Consigue el comprador, con quien acuerda que una vez salga el trámite de traspaso, se paga el saldo restante para adquirir del vehículo. Pedro, un ciudadano trabajador como cualquier otro, inicia el proceso de traspaso del vehículo.

Cuando lee en la página Web de la entidad encargada, los trámites parecen sencillos. Recoge la documentación y ¡Oh sorpresa!… hacen falta las improntas, huellas hechas en carbón localizadas en varias partes del carro que sirven para verificar que no sea robado o de dudosa procedencia. Este elemento es necesario para todo trámite vehicular por obvias razones.

¿Y cómo se hace? Pues aparece el perfecto negociador, más conocido como tramitador, que observa en Pedro la ansiedad y decide que le va a ayudar no solo con las improntas, sino con todo  el trámite y por eso él radicará los papeles. Pedro con algo de duda, pero con la presión de cumplir el horario de su trabajo y demás, cede y entrega la responsabilidad al medianamente conocido y algo prestigioso tramitador.

Pedro se va y a los tres días llama al tramitador para la entrega de su tarjeta de propiedad, quien le informa que el trámite aparece devuelto, pero no sabe la razón. Dice: «Don Pedro, dispénseme, pero es que en el sistema sale devuelto y no tengo autorización para saber la razón, pues sumercé no me firmó el poder y entonces le toca ir personalmente». Pedro pide permiso a su jefe y corre al lugar. Después de 20 minutos de fila, una señora que atiende en la taquilla le dice con un mínimo de cortesía:  «¿En qué le puedo servir?.» Pedro contesta con algo de rabia, pues tiene afán y la señorita le dice: «¿Número de trámite?»: Pedro no sabe y le pregunta:  «No me lo sé señorita, ¿Será que con el número de la cédula no lo puede saber?».  La señorita contesta: Pues señor, como dice ahí, señalando una nota pegada con cinta vieja, «Sin el número de radicado no se atiende. No insista».

Pedro, entendiendo que es parte del sistema le pide colaboración a la señorita, mientras consigue el número, a lo que ella contesta: «Pues averigüe y viene por un ladito a ver qué puedo hacer». Pedro sale del lugar y marca al tramitador, quien le da el número. Pedro vuelve y la señorita con algo de reproche lo hace pasar por un lado y digita el número. Es el año 2010 y la causa del rechazo del trámite es un comparendo que aparece sin pagar, del año 2002. Pedro no entiende como eso ocurre, más aún, cuando entre el 2004 y 2009 ha hecho tres trámites de traspaso. La señorita le informa que eso no está registrado y que sin el papel, es imposible.

Pedro, que es muy ordenado, corre a su casa y busca entre los papeles y corre de nuevo a la entidad a hacer fila. Al llegar a la casilla y radicar el papel de nuevo, la señorita con algo de humor dice: «Pero usted si es muy de buenas, tan ordenado». Recibe los papeles de nuevo y le informa que empiezan a correr nuevamente los tres días, pues el trámite inicia de nuevo. Mientras tanto, Pedro sufre inmensamente, pues no quiere perder su negocio y la presión del cliente es inmensa.

¿Le ha pasado? Pues bueno, hace algunos días hablé en un blog acerca de la Salud y las TIC. Hoy el tema lo quiero orientar hacia la relación de los ciudadanos con el Estado y a las ventajas comparativas que se podrían tener, al momento de integrar en un solo sistema la información de las personas. Hace poco se hizo un primer intento con el RUNT. Todo lo relacionado con el tránsito, se pretendía integrar en un gran sistema nacional, de manera que se actualizara la información y estuviera al día. Yo en realidad, a pesar de haber sido víctima de los inicios del sistema, pues por más de un mes no me salió la tarjeta de propiedad de un carro, tenía un algo de optimismo pues considero que es una muy buena idea, ya que a pesar del esfuerzo y los traumatismos, el resultado sería positivo.

Debo confesar que hoy tengo una decepción inmensa, pues a seis meses de inicio del ejercicio de Registro  Único, cuando voy a pagar el impuesto en el banco por internet, no aparece ligado el carro a mi nombre. Para mí como ciudadana, uno de los procesos que reflejaría mas la modernización del Estado y sus entidades, es el que permita que cosas como las que le ocurrió a Pedro, que cabe anotar, no son muy distantes de la realidad, no ocurrieran.

Creo que los avances de la tecnología podrían hacer posible un sistema integrado donde el Estado tuviera información permanente y actualizada de los ciudadanos, no solo para los temas tributarios, como el sistema «MUISCA» sino para todo lo que hace parte del ejercicio ciudadano. Cuantas veces uno compra una casa, firma en la notaría la escritura, va a la oficina de instrumentos y registros, radica las escrituras, y el recibo de agua, luz y gas, llega a nombre del primer propietario de la casa, aun cuando el mismo ni siquiera vive. O en cuantas oportunidades, hasta el mismo impuesto predial de la casa, llega a nombre de otra persona. Son asuntos que revelan la desarticulación que hay entre las entidades del orden nacional y distrital.

Una inversión en un sistema de estos, podría reducir una cantidad de tiempo y dinero no sólo para los ciudadanos, sino para el Estado. Conocer a las personas no puede ser tan complicado, integrar sistemas, que permitan que un evasor tenga inconvenientes con el Estado puede incrementar la tasa de recaudo de impuestos. Saber dónde vive y que bienes tienen las personas, permite saber a ciencia cierta la realidad y eso impacta directamente sobre la economía de un país.

Yo creo que el tema no es una utopía, considero que con la experiencia de otros países y la cantidad de información que tienen de nosotros en las notarías, bancos, catastro, universidades, tránsito etc, se lograría unidad y se agilizarían muchos trámites innecesarios.

Ana Cecilia Mejía
Directora administrativa
Corporación Colombia Digital
anamejia@colombiadigital.net
www.colombiadigital.net

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