Que en Colombia no exista una legislación específica que regule el uso de los recursos digitales, y en general de la web, no quiere decir que todo sea permitido en el ciberespacio, por el contrario, significa que las normas del mundo análogo se extienden hacia lo digital y, aunque en muchos casos parecen ‘tiradas de los cabellos’ para hacerlas encajar sobre los bits, la ley es la ley.
De la legislación de Internet se desprenden una serie de ramas que abarcan desde la propiedad intelectual hasta la neutralidad y el gobierno de Internet, y aunque todos son temas sensibles y determinan nuestra relación con la web, uno de los aspectos más sentidos por el sector académico y organizacional es el de derechos de autor en línea.
«Los mayores defensores de la libre circulación del conocimiento en la web también lo son de la protección de los derechos de autor»
En principio todos quisiéramos creer que lo publicado en Internet entra a formar parte del conocimiento público de la humanidad, al servicio de esta y compartido abiertamente para que todos podamos usarlo como base para futuras creaciones, así que desde la perspectiva más ‘generosa’ resulta una pena que no sea así; pero desde otra perspectiva, si yo dedico mi tiempo y mis esfuerzos durante cierto tiempo para producir un contenido y deseo hacerlo visible y efectivamente compartirlo, eso no quiere decir que no merezco al menos una referencia a mi autoría sobre la obra original.
Suena lógico, e incluso los mayores defensores de la libre circulación del conocimiento en la web son también abanderados de la protección de los derechos de autor, lo triste es que en la academia, las organizaciones y la vida personal, más de uno comete ‘pequeños deslices’ que no solo atentan contra la propiedad intelectual sino que podrían llegar a ser delito.
Plagiar va mucho más allá del copy-paste de varias páginas de contenidos de un libro, o de poner una frase textual sin indicar quién la dijo, la noción de plagio en línea abarca el uso no autorizado de cualquier recurso digital y resulta ser no solo más evidente sino también más fácil de descubrir.
¿Debo citar la fuente de una imagen o un video?
Sí.
¿Ha buscado en Google una imagen para ilustrar un texto?, ¿la referenció? Pues resulta que los derechos de autor aplican no solo sobre los textos escritos o las citas derivadas de ellos sino también sobre los recursos multimedia.
Detrás de cualquier contenido en Internet siempre habrá un ‘autor’, quien la creó, editó o incluso programó a una máquina para que la produjera.
Cuando se cita no se está cumpliendo con un formalismo, se está reconociendo al otro como autor.
¿Qué tanto puedo ‘copiar’ de un contenido?
Idealmente, nada.
¿Para qué copiar cuando se puede enlazar? El hipervínculo es la base de la red tal como la conocemos. Gracias a los enlaces entre contenidos es posible llegar a niveles superiores de profundidad sobre un tema, y como recurso en nuestras producciones está a un ‘clic derecho’ de distancia.
Como dato de contexto vale anotar que en el caso de los libros (impresos) la legislación autoriza copiar hasta un 14% del contenido de un libro disponible para la venta y hasta un 30% de uno fuera de impresión.
Pero, ¿si somos tan digitales por qué nos es tan difícil pone un link hacia la fuente original? Con un simple link se ahorrarían cientos de problemas de derechos de autor, porque ya contaría como referencia específica, así que cuando vaya a copiar un fragmento de texto, una imagen o un video puede considerar enlazarlo o embeberlo, con la debida referenciación, y ahorrarse el dolor de cabeza jurídico.
El plagio no es un chiste, casos hemos visto en Colombia en los cuales hay sentencias que incluyen multas y cárcel, además de acabar con la reputación de quien es juzgado por este delito.
Para que exista una verdadera Sociedad del Conocimiento es necesario que reconozcamos a los otros y sus aportes, empezando por algo tan sencillo como el crédito por su trabajo.
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