¿Qué dices, qué publicas, qué callas?

Ella cree que se las sabe todas. Se cree la dueña del mundo con sus apenas 16 años, pero ni siquiera conoce las amenazas de allá afuera. Detrás de su portátil cree conocerlas todas, pero y ¿sin él?

Es una adolescente emocionada por las modas y tendencias, es explosiva y temperamental. Al menos eso se puede intuir a través de su timeline en Twitter. Ella no conoce de restricciones, por eso cada pensamiento va a parar a un “wall” público al que todo el mundo puede acceder y conocer sin tapujos.

Ella tiene muchos nombres: Elisa, Vanessa, Amanda, Laura, Cristina, María José, Luisa, Carmen, Ana, Mariana y otros más. Y sin embargo a pesar de conocer un tanto sobre los riegos de publicar información personal en sus redes, piensan que aquellos casos dramáticos que se transmiten en las noticias jamás podrían sucederles.

Estamos en riesgo. Ante la avalancha de mensajes que se trasmiten segundo tras segundo por las redes sociales, ya la privacidad pasó a ser un simple concepto de vitrina y nada más. Todo el mundo sabe lo de todo el mundo, y solo unos pocos han elegido mantener un bajo perfil en estos medios.

El riesgo aumenta cada vez más entre los adolescentes y jóvenes, quienes han encontrado en las redes sociales un canal de escape de la realidad para conectarse a un mundo ajeno a las que deberían ser sus verdaderas prioridades. Ignoran que en verdad existe una línea que divide lo que está permitido y lo que no; así como lo que debería publicarse y lo que debería omitirse.cyberbullying

Pero ¿quién les dice cuál es el límite?, esa responsabilidad debería recaer sobre sus padres y docentes. Sin embargo el resto de la comunidad no está exenta de ello, ya que frente a las constantes transformaciones que producen las nuevas tecnologías, también está el debate que generan sus excesos.

En ese sentido, quizás por la inmadurez emocional este tipo de usuario encuentra en las comunidades en línea una vitrina para dar a conocer sus estados de ánimo y demás información que debería ser personal, precisamente por lo íntimo. Así, aquellas publicaciones despiertan el morbo y la curiosidad de otros, que en los casos más extremos pueden utilizarlas como armas de ataques íntimos y personales. Entonces nos preguntamos el porqué del cyberbullying.

Si bien, el hecho de publicar cualquier información en las redes personales no es motivo para que se generen este tipo de acciones, tampoco se debe abrir la puerta y tentar al diablo. El año pasado uno de los casos más comentados en Twitter y Facebook fue precisamente el de Amanda Todd, quien fue víctima de acoso a través de la web y al final, luego de contar su historia en Youtube se suicidó.

Este es el lado oscuro de las redes sociales, ahora las notas de suicidio no solo se dejan en cuadernos o cartas, ahora estas plataformas son el escenario que utilizan los posibles suicidas para dejar sus últimos mensajes online a familiares y amigos. Podría citar innumerables casos similares, pero el verdadero problema radica en que no solo se trata de alguien que se quita la vida y lo publica a los cuatro vientos, sino lo que sucede después. Por la naturaleza del ser humano es casi inmediato que el resto de los usuarios ingresen al perfil y detallen la vida de una persona desconocida.

Ella cree que se las sabe todas y sin embargo, deja que sus emociones la gobiernen en el llamado mundo del Social Media.

 

 

Eliana Álvarez Ríos
Directora de contenidos web

Colombia Digital

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