«Tan solo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. El hombre no es más que lo que la educación hace de él.»
Empezó como un movimiento de protesta en España, que luego se fue extendiendo hacia Italia, Grecia, Francia y demás ciudades europeas. Conocidos mundialmente como ‘los indignados’ o Movimiento 15-M, ciudadanos europeos se unieron para marchar en contra de la crisis financiera internacional en la Unión Europea, el capitalismo salvaje y promover una democracia más participativa. Los gobiernos de los países involucrados tomaron la decisión de reducir gastos sociales en educación, salud, vivienda, pensión, salarios de empleados públicos y demás, con el propósito de disminuir el déficit fiscal.
Desde comienzos de años, ‘Los indignados’ no han dado su brazo a torcer y aunque las protestas iniciaron como un movimiento pacífico, los aires se fueron calentando hasta convertirse en el final de una crónica anunciada, sin embargo, el final de estos episódicos y fatídicos eventos aún no se divisa en el panorama.
Pero quien pensaría, que aquellos brotes de ‘revolución’ en el viejo continente se propagarían hasta Norte y Latinoamérica. En Estados Unidos, cientos de americanos se reunieron en el Wall Street para expresar su inconformismo por la crisis económica, corrupción y recortes presupuestarios. Y ahora, el caso es para Colombia.
Luego del anuncio realizado por el Presidente Santos en meses pasados sobre la Reforma de la Ley 30 de Educación Superior, la cual promete la creación de universidades con ánimo de lucro y que empresas privadas puedan invertir en universidades públicas, estudiantes de estas instituciones salieron a las calles a lanzar sus voces de protestas e inconformismo contra el evidente proyecto de Ley.
Mi pregunta es ¿en que terminarán estas protestas y movimientos revolucionarios? ¿Protestan con base y fundamento la mitad de los universitarios colombianos que han salido a las calles? ¿Conocen las bases de la Reforma?
El asunto aquí va más allá de alaridos y pataletas de ahogado que pretenden a través de la violencia y alza contra la fuerza pública lograr un acuerdo de diálogo, sin presentar una propuesta concreta que reestructure tal reforma. El tema de la educación en Colombia se teje en otra telaraña, y aunque el Estado de vez en cuando intenta maquillar esta realidad, el subdesarrollo como nación depende en gran medida de la falta de recursos e inversión en este sector.
De acuerdo a una publicación de la revista Semana, en el 2009 se estableció que alrededor de tres millones 200 mil jóvenes no acceden a la Educación Superior en el país; expresado esto, pareciera que el artículo 67 de la Constitución nacional fuera inválido o un adorno de palabrerías bonitas en la Carta Magna de Colombia. Tal artículo sostiene que: “La educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una función social; con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura…La educación será gratuita en las instituciones del Estado, sin perjuicio del cobro de derechos académicos a quienes puedan sufragarlos”.
De esta manera, la realidad del país demuestra un panorama desleal, y aunque el mismo Estado debería garantizar y regular el cumplimiento de la educación, bajo qué fines se pretende que los dineros de empresas privadas generen conocimiento y calidad en estas instituciones públicas de Educación Superior, si es este mismo quien en su papel como veedor debe ejercer la suprema inspección de este derecho, y no dejarlo a manos de particulares.
La educación es un derecho de todos los ciudadanos, no es juego con el que se deba negociar, es simplemente el puente hacia el desarrollo como sociedad. Y aunque el panorama violento del país no cambiará con ella, al menos esta sí será un aporte más que significativo en la construcción de una mejor república. Quizás bajo ese ideal están marchando aquellos jóvenes idealistas y revolucionarios, que sin mayores ínfulas de intelectuales exigen un derecho que debería ser público para todos los ciudadanos. De vez en cuando, quisiera pensar que aún la juventud conserva ese espíritu de romper contra la corriente y defender a capa y espada sus necesidades y deseos, sin embargo, las noticias presentan otra cara…jóvenes que empuñando armas y capuchas esperan ser el futuro del país.
“Preferimos perder un semestre de la universidad, que la universidad en un semestre”, son las voces de protesta y reclamo de los universitarios, quienes instan a que la Ministra de Educación, María Fernanda Campo, retire el proyecto de la reforma, el cual actualmente está en trámite en la Cámara de Representantes. Y mientras avanzan los días, amanecerá y veremos.
Fuente de información: http://www.semana.com/nacion/debate-reforma-ley-educacion-superior/153618-3.aspx
Eliana Álvarez Ríos
Directora de contenidos del Portal Web
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