Análisis de estados financieros: Timojas y Doña Conchita

La tecnología es un acelerador de los procesos, pero es necesario conocer y no olvidar las normas y principios básicos de todo proceso empresarial, más en el caso de la gestión financiera, ya que este es el pilar de cualquier organización, la correcta gestión contable es la base de una buena salud financiera empresarial.

A finales de la década de los años 70 del siglo XX, en una pequeña ciudad del nororiente colombiano, Timojas y Doña Conchita fungían como los agentes administradores de una reconocida empresa de transporte de pasajeros y carga, nacida de la otrora empresa Transportes Ferreira.

En la Ciudad Mitrada, la Ciudad Estudiantil, Pamplona, Timoléon Rojas Durán y Concepción Rico Parada, sagradamente cada ocho días realizaban la rendición de cuentas de la  operación semanal: Relación de los tiquetes de pasajeros vendidos y remesas de carga generados en el periodo.

El estado de P y G, pérdidas y ganancias, o estado de resultados, es uno de los tres estados financieros que permiten conocer y analizar rápidamente la operación y rentabilidad de cualquier organización. Los otros dos son: El balance general y el estado de flujos de efectivo.

Para la elaboración del estado de resultados semanales de la respectiva agencia de la empresa de transporte, subsede Pamplona, uno de los nietos de Timojas y Doña Conchita, el hijo mayor de la hija mayor, era encargado de la logística y la consecución de algunos insumos para realizar el respectivo registro y análisis financiero.

El inquieto niño, a veces en compañía de su no menos travieso hermano menor, debía ir al reconocido Almacén Primavera en pleno parque principal de la ciudad de la neblina, allí Don Luis Vargas, muy presto, y a solicitud telefónica de Timoléon Rojas, entregaba a los pequeños los cartones que hacían parte del empaque de las exclusivas camisas de caballero que comercializaba, estos cartones servirían como planillas para registrar la relación de los movimientos contables semanales.

La segunda parada era en el Salón Alcázar, donde Don José Gelvez entregaba en calidad de préstamo a los pequeños niños, dos reglas de madera con borde metálico, que servirían como guía de orientación de los registros contables renglón por renglón.

Y llegada la hora, Timoléon y Doña Conchita, iniciaban el respectivo proceso de registro en los cartones de las camisas, cada uno con regla en mano y armados de sus respectivas gafas de aumento, verificaban e iban chuleando los tiquetes vendidos, las remesas despachadas, después venía la ardua tarea de realizar la suma manual de cada uno de los cartones, consolidación, verificación final, liquidación de comisiones y proceder a la consignación de la operación semanal en la única oficina del desaparecido BCH, Banco Central Hipotecario.

El último paso, con copia de la consignación en mano, era realizar el reporte del ejercicio contable semanal a la oficina central ubicada en la distante capital de la república, a la llamada y conocida en esos momentos como la Atenas Suramericana, la ciudad de Bogotá.

Este reporte se realizaba acorde a la tecnología de vanguardia de la época, aunque los teléfonos fijos estaban en funcionamiento, los costos de una llamada de larga distancia y la demora para la conexión de la misma no permitían la agilidad que oficina central, Estación 1, Bogotá, requería de la agencia de Pamplona, Móvil 7.

El protocolo de este acto final, incluía a sus dos hiperactivos nietos, a quienes Doña Conchita, en algunas ocasiones, cariñosamente se refería como: “estos chinitos, sí son el puro demonio”… Timoléon, con Doña Conchita como su asistente de cabecera, y los dos inquietos nietos como espectadores extraordinarios en primera fila no perdían detalle del evento de comunicación que se iba a producir.

Timojas, utilizando el grande y pesado equipo de radio-teléfono, modulaba para Bogotá: “Atento, atento….Estación 1 para Móvil 7… Estación 1 para Móvil 7“.   

Segundos interminables de suspenso… las ondas electromagnéticas iban y venían, y al fin una respuesta desde Bogotá se escuchaba por el ruidoso aparato: “Siga Móvil 7, Estación 1 le copia”.

Era el momento de la gloria semanal para Don Timoléon Rojas… con la mejor entonación posible emitía su mensaje: “Estación 1, confirmo consignación efectuada en el banco correspondiente a la semana finalizada, en el próximo furgón enviaré los documentos soportes, por favor entregarle esta información a la señorita Elvira de contabilidad, y un saludo especial para Don Pedro Cobo de Oro… cambio Estación 1”.

El radio operador en Bogotá, procedía respondiendo: “Recibido Móvil 7, cambio”… y el telón, orgullosamente, lo cerraba Timojas expresando: “Gracias Estación 1… quedamos QAP… cambio y fuera”.

Hoy, en los años 20 del siglo XXI, el gran avance tecnológico permite a cualquier empresario el uso e implementación para su gestión financiera de calculadoras especializadas, de hojas de cálculo, hasta los sofisticados software o programas contables off-line u on-line tipo ERP, que permiten la disponibilidad de información en tiempo real para facilitar la toma de las decisiones que mejor beneficien a la empresa para su desarrollo y crecimiento organizacional.

Pero, los conceptos y conocimientos básicos que se requieren para crear, interpretar y analizar los tres principales estados financieros de una empresa son la guía de un buen director y gestor de las empresas del siglo XX y del XXI.

Nelson Oswaldo Sandoval Rojas

@N3LSONSANDOVAL

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