¡Vivir!

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La tragedia de vivir
Las desgracias de Fugui fueron mis desgracias durante el tiempo que anduve con ‘Vivir’ bajo el brazo.
Hay una especie de ‘simbiosis’ con los chinos que aún no logro descifrar, pero digamos, para no entrar en asuntos personales, que este libro es una constante batalla con la adversidad. No el hecho de leerlo, permítanme aquí la aclaración, leerlo es un bacanal literario, me refiero a la acción de sentirlo.
En realidad aquello que experimenta Fugui en su trasegar por la zona rural china de los años 40  es mucho más que vivir y que sobrevivir. Es la exigencia de encarar la tragedia, de caminar con la adversidad, de jugar con la derrota… Es ese desafío de dormir con la muerte, de mirar a los ojos el fracaso y poder decirle «espero que tengas una buena noche, mañana será otro día».
La historia, valga decir que sencilla en naturaleza, es la de un joven que goza de amplias comodidades gracias a la fortuna que su familia ha podido reunir durante años de paciente y sacrificado trabajo. Para Fugui no es muy importante la manera en que esa riqueza ha llegado a sus manos, lo realmente importante para él es tenerla y disponer a sus anchas de este regalo que la vida ofreció.
Esta manera de entender las cosas que lo rodean lo llevará, después de un largo periodo de despilfarro, a dejar a su familia en la calle. En la calle, sí. No hay mucho más que explicar sobre esto: días de juerga, apuestas desbocadas, prostitutas a merced (…) abrieron la puerta a todos los males para él y su familia. Ahora sí vamos a entender, a partir de este giro de la historia, la palabra vivir. Fugui lo entenderá y se graduará con honores. La simbiosis hará en nosotros, los testigos, su propio trabajo.
Ese día me había pasado toda la noche jugando en la Casa Verde. Tenía la cabeza espesa y pesada, como si fuera un saco de arroz colocado sobre mis hombros. pensé que llevaba algo más de quince días sin volver a casa y que la ropa me olía a agrio, así que saqué de la cama a la puta gorda y le dije que me llevara a casa. Mandé que nos siguiera un palanquín que la llevara de vuelta al burdel una vez que me dejara en mi casa».
Haber perdido en meses lo que su familia atesoró en décadas no supuso una tragedia en realidad para Fugui. Es decir, fue una tragedia, pero él nuca lo dimensionó de tal manera. Quizás entendía su error, pero presentía que las cosas podían volver algún día a tomar la forma que él les conoció en sus tardes de romance con los excesos.
No fue así. De a poco se fue perdiendo todo, y en ese todo hay que incluir la vida misma. El mundo empezó a desprenderse de su lado. A todas las desgracias tuvo el placer y la oportunidad de conocer.
Lectores de la obra del chino Yu Hua, o quienes por lo menos han recorrido los escalones de ‘Vivir’ (Su novela más representativa) cuestionan la pasividad de Fugui, su desinterés por enfrentar con más determinación la tragedia. Pues bien, Hua ha respondido a estos cuestionamientos con el argumento que supone una especie de incapacidad del pueblo chino de ser disidente.
Parece una respuesta que se ajusta a la verdad. Es un poco aceptar la derrota considerando que esa es la tragedia que debemos vivir. AunqueYuHua advierte, sobre este libro en particular, que está rodeado de esperanza. Es quizá, para tratar de entender al autor, esa pequeñísima dosis de optimismo deFugui en que el sol volviera a salir del lado que él lo quería ver.

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Yu Hua, escrito chino.

Lo cierto es que como proceso literario el libro es una gran obra. Sea optimista, esperanzadora o simplemente trágica. Un escritor que hay que tomar en serio. Tal vez a sus 54 años aún quedará mucho por conocer de este genio nacido en Hangzhou (Zhejiang), quien antes de empezar a escribir fue dentista.
Si ha pensado alguna vez en leer este libro, no dude en hacerlo. Saldrá herido, es verdad, pero convencido de que la suya no es precisamente la peor de todas.

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