Por Laura Marcela Forero Guerrero
Llevo exactamente 244 días en una ciudad que a veces me hace querer salir corriendo, ya sea por tantas ratas, por tanta basura o por tanta gente loca. Hoy, hace ocho meses y un día estaba en Cartagena tomando un avión con mi prima e iniciamos juntas esta aventura, que al final me ha dejado tantas preguntas como respuestas.
Largo ha sido el camino, desde que decidí salir de casa por primera vez en el 2008 con 16 años a vivir en Bogotá y estudiar comunicación social, bien fuera porque tenía algún novio que vivía en otra ciudad (osea el 90% de ellos), por graduarme, por trabajo o estudio, he tenido que cambiarme de ciudad y país por cualquiera de estás u otras circunstancias que se me ocurrieran, lo que siempre me llevaba a la misma pregunta, ¿te quedas o te vas?.
Esta es una pregunta que me ronda en la cabeza casi siempre, incluso cuando no tengo necesidad de moverme, lo cual es absurdo porque ya me he visto arrodillada orando a Dios padre todopoderoso por un esposo y una hermosa familia, o un trabajo fijo que me ancle a alguna parte, porque mi familia por el contrario no me ata, antes me impulsa a viajar; y mis amigas peor, porque siempre tienen plan listo para invitarme o se van a vivir a los países más caros del mundo porque pueden y se lo merecen.
¿Te quedas o te vas? no aplica solo para decidir si me voy o si no me voy de Nueva York, aplica para los amores malos, los buenos, las malas rachas… aplica para decidir seguir apostando por los sueños o empezar a actuar, aplica para ese trabajo que te sabe a mierda pero al que te da terror renunciar, aplica para TODO.
Las cosas como son y tomar decisiones es horrible, sobretodo porque odiamos la incertidumbre pero amamos la adrenalina de vivir en ella, vivir en grises da tranquilidad, vivir en la coherencia del blanco o el negro o de lo que se quiere da mucho miedo (hablo por mí, claro).
Lo importante de esta pregunta, no es la respuesta, es entender lo que significa. A mí me ha tomado una vida entera saber si me quedo o si me voy de un trabajo súper wow donde a mi jefe no le gusta nada de lo que hago, lo mismo en otro de mesera donde el jefe me expone delante de todo el mundo, de una relación donde el man no tiene ni idea de lo que siente, si irme o quedarme en esta ciudad, si irme o no de la casa de mis papas, si comprar o no una casa, si quiero irme o quedarme en Colombia donde todo parece empeorar.
Responder a veces es difícil, por qué pensamos en cómo eso afectará a otros, tal vez a tu familia, tus amigos, al novio, el trabajo, en fin. Como me decía un día la sabia mujer que me lee los ángeles a través de mi tarea semanal, “Dejad a los otros decidir en libertad, pero únete indisolublemente a tu bienestar” para rematarla con “es el momento de ser recta y firme contigo misma”.
Si bien, responder la pregunta ya no importa, sí lo es cómo reaccionamos ante ella, cómo la evitamos y por qué nos cuesta tanto tomar bandos, decidir, definirnos. Si nos vamos o nos quedamos es tabú, es miedo, es preguntarle al que amas si se va o si se queda, es responderte a ti mismo si el riesgo, el dinero, renunciar o amar vale la pena o no, eso sí, si lo que estás esperando es que la vida te responda o hacer lo de la flor con el “me quiere o no me quiere”, la vas a pasar fatal, vas a llorar y la cabeza se te va a estallar. El punto de este blog hoy es motivarte a decidir por ti, por tus sueños, por tener el carácter de enfrentar o evitar aquello que no te hace sentir como que te lo mereces, gastar energía en personas, trabajos, viajes o lugares que no te hacen sentir tranquila o segura.
Si te vas o te quedas no es una pregunta solo para ti, también para aquellos que están en tu vida y que viven aquí y allá, en intermedios, en aguas tibias, es una pregunta para todo lo que representa confusión y que estancan tu vida. Pregúntate y pregúntale si se va o si se queda y ya está. Esas respuestas, por más duras que sean, alivian el malestar y proporcionan libertad.