No quería abrazar el cambio, pero me tocó

7 de marzo, día de mi cumpleaños.

Durante años no acepté mi cuerpo, mi salario, ni mi color de pelo, hoy en cambio, amo hasta mis defectos.

El otro día me vi en el espejo y noté que mi cabello estaba más oscuro que nunca, había pelo castaño por todo lado y de repente sentí que era otra persona; la primera vez que fui a la peluquería a hacerme «mona» tenía 16 años, lo recuerdo perfectamente porque me quedó divino el cabello, en ese momento me parecía un cambio necesario para verme mayor a pocos meses de empezar la universidad.

Pintarme el cabello fue para mí algo que empezó como una pequeña travesura, un cambio de look; pero 13 años después ya parecía una obsesión. Sentía ansiedad y desespero si me notaba demasiado cabello oscuro, o demasiada raíz, ya no era solo un look, no era solo pelo, era YO.

No solo pasaba con mi cabello, que al costo que fuera debía ser rubio, como me gustaba; también me pasó con mis brazos, los cuales me han hecho sentir insegura por mucho tiempo, mis pies que son gorditos y bastante feos, piernas y nalgas con estrías, gente que dice que soy bruta o que mi carrera no sirve. Como estas, miles de situaciones físicas, personales e incluso laborales me han enseñado que por más que intente ser otra persona, tener otra vida, otro aspecto, siempre volveré a SER YO MISMA.

Hoy quiero escribir sobre esto porque por muchos años, viví cumpliendo un plan, una larga lista de cosas que por algún motivo dominaban mi vida, mis tiempos, mis sueños. Primero: tienes que terminar un máster antes de los 25. Segundo: tienes que tener un trabajo así. Tercero: tienes que estar en tu propia vivienda. Cuarto: buscarte un novio decente porque sueñas con casarte… y así pasaron un montón de años.

Para resumir, mi plan iba muy bien hasta que a los 25 sin el máster soñado, con una empresa medio quebrada y el novio que soñaba, se muere Romeo, mi primer perrito (de esto hablaremos en otro blog) y la vida que conocía se empieza a desmoronar. Es real, el cambio llega cuando no estás listo, ni preparado, ni esperándolo. El cambio llega SIN PLAN.

EL CAMBIO

Ese cambio empezó en el año 2017, cuando llegué a Bucaramanga y empecé a reconectarme con mi profesión, cuando salí de la tóxica y adorada Bogotá después de 10 años, cuando tuve la valentía de terminar la relación que tenía, cuando decidí aceptar que NO TENÍA EL CONTROL.

Mi vida cambió al instante, todo se salió de control, el trabajo, mi estilo de vida, la maleta sin desempacar por meses, ¡fue hermoso! A la semana o tal vez un mes después de estar trabajando en este nuevo lugar, mi jefe de ese momento me sentó frente a mí y me dijo «Yo no puedo trabajar con usted», y yo como nunca y a todo riesgo que me echaran le dije: «Pues tocará aprender a trabajar juntos porque no me voy a ir», ¡al hombre casi le da algo!

Así funciona, el cambio te transforma. Desde el 2017 mi vida no pudo volver a ningún plan, estuve tan ocupada que cuando me di cuenta que mi brazo o pierna gorda no era el centro de mi vida, que el pelo podía tener raíz, que mi carrera tenía un presente y un futuro, que podía vivir de ella, que los amigos iban y venían y no por eso dejaban de ser mis amigos, que después del rechazo, llegaba la aceptación.

Aquella lista de deseos que tenía desde los 14 años empezó a reconectarse con mi vida a los 27, esa beca de máster apareció, viajar sola y acompañada por Europa, vivir todo eso que muchas veces juzgué.

Abrazar el cambio para mí incluso iba más allá, la primera vez que falté a clase por irme de viaje, no darlo todo por las buenas notas, ser desordenada, no lavar la ropa el día que era, no hacer la cama porque no quería, fueron momentos de transformación, porque me di cuenta que si lo hacía de vez en cuando la vida continuaba y a nadie le importaba. Sólo a mí.

Después de mi transformación europea, volví cerrada a los planes de mi nueva yo, mis deseos y para mi infortunio, lo único que había laboralmente disponible en la ciudad donde estuve era TODO LO QUE NO QUERÍA HACER. Con mala cara a veces, con llorada incluida de la frustración, con el corazón roto porque no se daban las cosas, así poco a poco, obligada por la vida empecé a abrazar, patear y amar el cambio.

De vuelta a Bucaramanga después de no encontrar trabajo en Cartagena, sufrí de gastritis, un poco sola porque todo el mundo andaba ocupado, el mismo trabajo, que amo pero quería nuevos retos, no veía la ciudad como el tesoro que fue para mí durante varios años.

Después de todo ese drama post Europa, decidí arreglar mi relación con el cambio y cuadrarme con él, consentirlo, verle lo bueno, sonreírle y al final terminé ENAMORADA. Me mudé, cambié mi rol en la oficina, me metí al gimnasio, pagué las deudillas que pude y empecé desde cero.

Aceptar mi pelo más oscuro porque quería una desintoxicación completa; que el brazo y la pierna van gorditas pero felices y sin photoshop en Instagram; nuevos amigos; consentir a los de siempre; amar a la familia, aprender a hacer silencio; aprender a hablarle a la gente; entender que las oportunidades te las haces porque nadie te las va a ofrecer.

Ahora después de ese cambio, pude sentar cabeza como le digo yo, volví después de 4 años a Bogotá, a un nuevo reto, TODO LO QUE NO QUERÍA, pero que ahora quiero más que nunca, los mismos amigos, pero también nuevos, las mismas rutinas, pero ahora más largas, más contaminación, pero también más sonrisas.

HOY, en el mes de mi cumpleaños, en el mes del cambio, le doy la bienvenida a mi año, al año de la rata.

Si quieres felicitarme, criticarme o contarme una historia, escribe a mi correo lauraforerocomunicacion@gmail.com

Comments

comments

1 comentario

  1. Tesita mi Lau,te admiro muchísimo…
    Te mando un super abrazo de cumpleaños,todas las bendiciones para ti siempre…
    Muackkkk

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.