Cuando pensamos en la vejez (y aún no somos viejos) el tiempo parece lejano y nos refugiamos en la calidad de vida que la juventud nos ofrece. En suma, somos vanidosos y creemos que lo tenemos todo. El mundo es nuestro, no de los viejos, y ese día, el día de la vejez, jamás llegará, parecemos seguros, no llegará.
Algunos dirán que no piensan así. Yo sí pienso, o pensé alguna vez así. Está bien, hoy estoy en punto intermedio en el que me acobarda la duda sobre el lado al que pertenezco, de hecho algunos quebrantos me hacen pensar que la juventud quedó atrás, pero lo pensé, y mucho, “la vejez no es para mí”. Parafraseando a Woody Allen diría que “no estoy de acuerdo con la vejez”. ¿Por qué debería de estarlo? Por qué aceptar sin una pequeña dosis de odio este momento de la vida?… ¿Por compasión? Sería eso lo único que me motive a tratar con decoro la vejez. Tengo unos padres viejos y eso me incluye en la fila de los débiles…
… Lo cierto es que disfruté Elegía (DeBolsillo 2008), de Philip Roth, más de lo que esperaba. Y es que sin proponérmelo me vi frente a un espejo. Me vi enfermo, derrotado, humillado. Me vi viejo. Me ubiqué en ese párrafo que anuncia que el final está muy cerca. ‘Reflexioné’ sobre la vejez.
Roth, un maestro de la narrativa, del golpe seco y contundente, presenta en esta novela a un hombre que se enfrenta a su triste realidad, la vejez y la lucha diaria por sobrevivir. Una lucha indigna contra un enemigo que no tiene piedad. Poderoso. Con mil armas para atacar, que se aprovecha de la debilidad del momento. Hay quienes dicen que el viejo se parece al niño y así se siente nuestro amigo.
Este personaje principal, que no podía ser diferente a los planteados en sus últimas novelas por el escritor norteamericano, es un hombre en edad adulta (71 años), con poco por delante y muchos fracasos a cuestas, especialmente de tipo amoroso, sin embargo, no ve obstáculos en crear más problemas de este tipo. Como embarcarse en una aventura con una mujer 40, 45 años menor.
Aunque los fracasos dejan enseñanzas y le permiten vivir cada día con menos prejuicios no le garantizan el éxito. De hecho las derrotas cada día son más dolorosas, a cuenta de que cada vez hay menos fuerzas para asumirlas.
Podríamos decir que el libro tiene una estructura soportada en la cercanía con la muerte a lo largo de la vida del personaje principal. La novela comienza el propio día de su funeral, suficiente para entender hacia dónde se dirige.
Una historia tan común, que aterra. La tragedia de todos los días. Es el destino de los que leemos y no leemos a Roth. Probablemente una novela autocondenatoria, que no da lugar a interpretaciones sino a conclusiones.
Una frase sabia de nuestro personaje central sintetiza ese momento que atraviesa, que pronto lo llevará al comienzo de la historia. Al encuentro con la muerte. “La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre”.