Eguchi y las bellas durmientes

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Un relato oscuro, mágico o descarnado, como cada lector lo quiera tomar. De hecho, aún hoy, 50 y tantos años después de escrito, este libro de Yasunari Kawabata aún es capaz de levantar inquina en algunos, en otros deseo de leerlo una vez más. En verdad el libro es de todo un poco, y creo que la aceptación depende de cómo se aborde. Mis lecturas por lo general son frescas; no busco ayuda en los libros o sea que el tema me produce apenas una sonrisa maliciosa, aunque sí mucha sorpresa, en especial por el drama de la soledad, que siempre despierta mis sentidos. La vejez, la muerte, los finales tristes de los hombres buenos.

Si analizamos bien, el libro sería algo parecido a una obra de teatro. Hay un escenario, un solo escenario, que será en este caso un burdel. Lo percibo deprimente, aunque ordenado, pero tiene una característica que lo aleja mucho de los sitios que usualmente conocemos como burdeles o del prototipo de burdel que hoy tenemos en mente. Ese sitio ruidoso, con mujeres por un lado, con más mujeres por otro, algo parecido a un sanadresito sexual no viene al caso. Este, ubicado en Japón, que abre sus puertas a ancianos con ahorros importantes, no es así. Lo marca el silencio.

Y es que no es mayor el ruido que puede hacer una joven narcotizada, lo de virgen no le quita ni le pone a esta sensación de tranquilidad, pero valga la aclaración.

A decir verdad al principio no entendía por qué Eguchi acudía a este lugar. Es más, me provocaba algo de disgusto, pero poco a poco fui entendiendo su necesidad de afecto, el drama de su soledad y lo bien que se sentía allí, al lado de estas mujeres incapaces de saber qué clase de hombres sacaban provecho de su calor.

Kawabata alcanza un clímax literario en esta obra de mujeres que venden su cuerpo. Pocas veces el tema es abordado de una manera tan espiritual y aquí se consigue con maestría.

Para Eguchi el trato con las mujeres narcotizadas, casi muertas, era la tabla de salvación, la fuga, el andamio de sus desgastados huesos. Habrá que ser viejo y estar solo para entenderlo bien, pero trato de recordar algunos personajes de mi vida real para sumergirme en la vida del mi pobre amigo Eguchi.

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Yasunari Kawabata

La casa de las bellas durmientes, escrita en1961, es una novela corta con gran significado. Es un encuentro con lo imposible. Es una búsqueda constante del rastro que dejamos a cada paso. Eguchi busca algo en esa casa detenida en el tiempo, pero en realidad no es claro si logra encontrarlo. Es muy probable que no. El amor, el sexo, la juventud, la pasión… todas esas ideas convertidas ahora en un lecho narcotizado, virgen, humano, húmedo.

Es entonces cuando el sentimiento de culpa trastorna y devuelve a la realidad a nuestro personaje. Madre, esposa, hija, todas ellas se ven ahora reflejadas en esas mujeres casi muertas. Una respuesta a la imposibilidad de sentir. Una orden que obliga a pertenecer atado al mundo de los mil males. De la vejez, de la muerte.

Kawabata fue el primer japonés en obtener el Nobel de Literatura, ocurrió en 1968, fue un solitario a la fuerza, se cree que se suicidó inhalando gas. Deprimido y solo. Igual de solo que nuestro amigo Eguchi.

 

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