Transitar por las calles de una ciudad es una buena forma de conocer el tipo de ciudadanos que la habita. El comportamiento en el espacio público demuestra los valores cívicos de la población, el sentido de pertenencia por los lugares que domina y la educación hacia sus coterráneos. En Bucaramanga, por ejemplo, ser peatón o conductor es una experiencia poco placentera –frustrante si se quiere- pues no existe el más mínimo sentido de colectividad en el espacio público y prevalece la ley del más fuerte.
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