De manera recurrente decimos a otros, o nos decimos a nosotros mismos, “es que yo soy así”, y lo asumimos muchas veces con la idea de que nada podemos hacer al respecto y es ya está una condición de nuestra “forma de ser”.
Valdría la pena preguntarnos, ¿cómo es que somos como somos? ¿Nacimos siendo de una manera o nuestro carácter y personalidad se forjaron a través de nuestras vivencias, el entorno en que crecimos, los modelos que tuvimos, los principios que nos transmitieron o las expectativas que tuvieron de nosotros?
Asumir desde la resignación la comodidad o la rigidez, la imposibilidad de modificar un determinado comportamiento o realizar algún tipo de nuevas acciones, manteniéndonos permanentemente en el espacio de lo conocido, sin duda alguna nos eximirá de riesgos, pero quizás nos estemos cerrando también a la posibilidad de que algo nuevo y sorprendente nos suceda.
En nuestra condición de seres humanos, tenemos la capacidad de aprender de nuestras experiencias y de innovar en nuestra forma de ser y actuar, producto de esos nuevos aprendizajes. Después de sostener una conversación sobre un nuevo tema, leer un libro, asistir a una conferencia o tomar un curso, ya el mundo cambia para nosotros al brindarnos conocimientos que enriquecen nuestra forma de percibirlo y actuar en él.
Nuestro cuerpo también aprende. Si practicamos un deporte o disciplina física distinta de manera recurrente, vemos cómo nuestro cuerpo se transforma, nuevas movidas que antes eran impensables para nosotros, comienzan a resultarnos posibles. Esto me ha sucedido en gran medida en mis prácticas de yoga, por ejemplo. Y lo he visto en alumnos que comparten conmigo las clases. Podemos comenzar a escuchar lo que nos dice nuestro cuerpo de nosotros mismos y nuestra manera de actuar en la vida. Podemos aprender a ser flexibles, a tener la fuerza y determinación para sostener una postura, a poner foco, a caer y volver a intentarlo, a mirar el mundo desde otro punto de vista con una inversión, a conectar con la seguridad que me brinda el momento presente. Todo esto genera nuevos registros en mi cuerpo que me permiten ser alguien diferente. Y en nuestra experiencia, lo que sucede en el cuerpo sucede en la mente. Pero sólo aquello que nos atrevemos a mirar es susceptible a ser transformado.
Recordemos, como decía un gran maestro de la humanidad: “Cada mañana nacemos de nuevo. Lo que hacemos hoy es lo que más importa”.
Maritza Rodríguez
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