Bob Dylan y el Nobel de literatura: Las cosas han cambiado

Bob Dylan

I

Cuando Vanguardia me dio la oportunidad de escribir un Blog, y que sea esta la ocasión para agradecer a esta casa periodística por su confianza y apoyo, decidí de inmediato que el resultado sería una conjunción de los temas que más me apasionan: Rock and Roll, Filosofía y Literatura. Tan pronto fui notificado de que mi propuesta bloguera había sido aceptada por el periódico, empecé a anotar en una libreta todos los temas, personajes e historias sobre los cuales podría escribir. Uno de los primeros que vino a mi mente fue Bob Dylan y la polémica que suscitó en el 2016 la entrega del Premio Nobel de Literatura a su obra, así que ha llegado la hora de presentar la reflexión.

En el acta de la Real Academia Sueca de las Ciencias, institución que otorga el prestigioso premio Nobel, y que reconoce la entrega del galardón a Robert Allen Zimmerman, nombre real de Bob Dylan, se argumenta que: “por su visión clara, intensidad lírica y su capacidad para revelarla vida de una manera realista, y retratar un mundo cambiante, convulso y esperanzado, se otorga a Robert Zimmerman el Premio Nobel de Literatura 2016.” Este reconocimiento cayó como un balde de agua fría a muchos intelectuales -y a otros que no lo son tanto- pues por primera vez en la historia el Nobel de Literatura era entregado a un músico/cantautor y no a un escritor consagrado.

Bob Dylan gana el premio Nobel de literatura de 2016

En primer lugar debe indicarse que, según varios entendidos en el tema del Nobel, el nombre de Dylan se empezó a barajar como posible ganador desde 1996. Sin embargo, una nominación no es lo mismo que ser el ganador, uno no pasa a la historia por rumores o nominaciones, de hecho, recordemos que en alguna ocasión Sideshow Bob (mejor conocido en Latinoamérica como Bob Patiño, el némesis de Bart Simpson y que lleva una vida tratando de matarlo sin resultados efectivos) dijo que a una persona no le dan el Nobel por intentar química, esto haciendo referencia a que estaba injustamente condenado por “intentar” matar al travieso primogénito de Homero y Marge. Esta reflexión fue la que desencadenó todo un debate en torno al galardón concedido a Dylan, pues lo que eran simples rumores/nominaciones se convertían ahora en una realidad que dejaba perplejos a muchos. Los más puristas intelectuales de todas las áreas se preguntaban asombrados si no había en el mundo acaso un escritor digno de tal reconocimiento y que justificara el triunfo de un cantautor; otros, con una lógica más simple y formal, argüían que si el premio reconoce la trayectoria literaria de un escritor resultaba un sinsentido darlo a un músico. Entre otras razones, se decía que era absurdo dar el Nobel a Dylan en tanto ya existen premios para la música y que, dicho sea de paso, el reconocido músico ya posee. Dylan se convirtió así en el objeto de las críticas de miles, unas con más fundamento que otras, pero al fin y al cabo todas lo situaban en el ojo del huracán. La gente se volcó sobre la vida y obra del nuevo Nobel, conocedores e ignorantes pontificaban sobre la personalidad, estilo y lírica de Dylan y ahora tenían opiniones variopintas sobre él. Ser un Nobel de literatura sitúa en la palestra pública al ganador así no se sepa de qué escribe o qué piensa, lo vuelve moda y tema de conversación en todo ámbito y con diversas pretensiones. Se generaron historias y preguntas de todo tipo, inquisidoras y creadoras de mitos absurdos, algo que siempre fue incómodo para Dylan, de hecho él mismo lo manifestó en el 2012 en una entrevista a Mikal Gilmore de la Revista Rolling Stones (se puede ver completa en: http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/dylan.pdf): 

¿Por qué cuando la gente habla sobre mí tiende a volverse loca? ¿Qué coño les pasa? Claro, tuve un accidente de moto. Sí, toqué con The Band. Sí, hice un disco llamado John Wesley Harding. Y sí, sonaba distinto. ¿Y qué? Quieren saber lo que no puede saberse. Están buscando, son buscadores. Como en el tema de Pete Townsend [The seeker, probablemente] en el que intenta encontrar 50 millones de fábulas. ¿Para qué? ¿Por qué lo hacen? No tienen ni idea. Es triste. Es muy triste. Espero que el Señor se apiade de ellos. Son almas perdidas. No tienen ni idea. Es triste. Muy triste. Triste para mí y para ellos. (p. 80)

Pero pese a lo anterior, también hubo voces que aplaudían la decisión del jurado que favorecía la obra de Bob Dylan y que veían este escenario como una re-invención del Nobel hacía una visión inclusiva que ampliaba la idea de lo que la literatura, y el arte en general, podían ser. Vale la pena preguntarse ahora si la letra de una canción puede ser considerada una buena pieza literaria, un poema, por ejemplo. Entonces, si la respuesta es afirmativa, Dylan es un genio con una trayectoria y un talento envidiable, un hombre a todas luces digno del premio Nobel.

Personalmente, la noticia me resultó sorpresiva debo admitirlo y opté por asumir una posición de regocijo y aprobación. Quienes me conocen saben que estoy abierto al cambio, la inclusión, los escenarios y situaciones que permitan abrir la mente a nuevas realidades cuando ello está justificado y redunda en el crecimiento individual y social. Pensé que muchas de las letras de Dylan son obras de literatura con una intensidad y profundidad asombrosa, obras que -como efectivamente decía el acta de la Real Academia Sueca- son realistas y retratan situaciones de una manera tan vívida que sorprende a quien las escucha.

Debo manifestar en este punto del escrito, que mi relación con Dylan no siempre fue pacífica e incluyente, me explico: Durante muchos años fui un “purista” del Rock, esto quiere decir que con ahínco y fiereza defendía una visión del género que asumía que era la única música verdadera, real o “pura”; de ahí que mi actitud era de rechazo y exclusión a todo aquello que no fuese, a mi juicio, Rock and Roll. Ello me llevó a ignorar otros géneros y con ello a juzgar de manera despectiva a quienes no compartían mis ideales de “pureza”, como era de esperarse esta situación no me había permitido acercarme a la obra de muchos artistas y agrupaciones, entre ellos Bob Dylan. Pero si algo da el tiempo y la experiencia son lecciones acerca de la aceptación cuando se confronta sin prevenciones lo que alguna vez de detestó, una de las más valiosas fue entender que la música está para alegrar y estimular el espíritu humano y por lo tanto es un error limitar dicho efecto sólo a un género; algo similar ocurre con la religión: es absurdo asumir que existe una verdadera y por ende las demás son inútiles y ridículas. La mente, o mejor aún, mi mente experimentó gozo con géneros, artistas y agrupaciones de diversa índole, confirmando así la idea de la música como estímulo universal. Ahí empezó la edad madura, lo que muchos llaman la edad del melómano, de aquel que no discrimina y que encuentra emociones genuinas con la música bien hecha, desde una buena salsa de Larry Harlow hasta la más poderosa y atmosférica canción de Black Metal escandinavo.

Bob Dylan

Dicho lo anterior, Dylan para mí fue un artista a evitar durante mucho tiempo; y la razón de esta exclusión fue asumir que el Rock and Roll sólo era posible en tanto es una expresión de anti-intelectualismo, un resultado de las clases populares y oprimidas que se manifestaba en simplicidad y poder, pero sin letras profundas o “académicas” pues no había tiempo para ello. Dylan era entonces todo lo opuesto a lo que yo consideraba Rock and Roll, era un artista -a mi juicio- pretensioso y con letras enredadas que lo hacían más un escritor digno del Nobel que un músico ¡menuda ironía! ¿No lo creen? Sin embargo, una vez escuché la obra de Dylan con seriedad y desprovisto de muchos de los prejuicios, descubrí un artista único, prolijo a más no poder y con letras profundas que podían emocionar tanto como un buen tema de AC/DC o KISS, un verdadero arquitecto riguroso de piezas musicales fantásticas con líricas de efectos duraderos y definitorios. Por primera vez entendí la relación entre líricas profundas y música, el dramaturgo convertido en cantautor. En “Crónicas”, obra escrita por el mismo Dylan (Ed. Malpaso, 2017), Benjamín Pardo hace un excelente prólogo, en el que nos dice:

Bob Dylan habló en su discurso del Nobel sobre su preocupación acerca de cada uno de sus discos, sobre qué estudios, qué músicos, qué sonido elegir en cada ocasión, volviendo a contradecir la idea de que en la mayor parte de las ocasiones había improvisado, el bulo de que suele entrar en la sala, tocar y marcharse, sin dejar tiempo para ensayar, para limar aristas; y afirmaba que esa fue siempre su preocupación esencial; pero sobre todo, utilizaba esa confidencia para ampararse en William Shakespeare, otro de sus ídolos y la razón, por ejemplo, de que su último disco, hasta ahora, de canciones originales se titule Tempest, para responder con elegancia a quienes habían criticado a la Academia Sueca por concederle el galardón: Creo que se consideraba un dramaturgo. Sus palabras fueron pensadas para el escenario y su lenguaje para ser declamado, no leído.” (p. 9-10)

«Crónicas» de Bob Dylan, Ed. Malpaso, 2017

Si algo caracterizaba el buen Rock eran sus raíces arrabaleras y sucias, y no letras estilizadas e intrincadas que llevaban al individuo a ser racional antes que pasional, entonces mi idea de Dylan era la del anti-rockero. Se cuenta que Malcolm Young, fundador y arquitecto de AC/DC dijo alguna vez que las letras de la banda no estaban hechas para ponerte a pensar sobre la vida, estaban hechas para reventarte la cabeza, para llegar a casa con ganas de tener sexo salvaje; así las cosas, el Rock era sentimiento antes que razón, ritmo antes que profundidad lírica, esa era mi errónea percepción que cambió gracias a la música de Dylan.

II

Quiero ahora dar un ejemplo de lo que manifesté líneas arriba, quiero mostrar cómo una canción de Dylan puede llevarnos a profundas reflexiones, tan inquietantes que pueden ser, sin problema, resultado de un texto literario clásico. Reflexiones e ideas tan poderosas, que puede pensarse que sólo se encuentran en las obras de Hesse, Chéjov, Márai, Franzen o Toole. De la canción seleccionada elegiré fragmentos.

Dylan compuso el tema “Things have cahnged” para la película del 2000 “Wonder Boys”, dirigida por Curtis Hanson (recordado por “La mano que mece la cuna” y “L.A. Confidencial”) y con un elenco sólido encabezado por Michael Douglas junto con Tobey Maguire, Robert Downey Jr. y Frances McDormand. La película cuenta la historia de Grady Tripp (Douglas), un profesor y escritor de novelas que enseña escritura creativa en una universidad de Pittsburgh. Tripp ha sido incapaz de terminar su segunda novela, y agobiado por su personalidad y el hecho de que su joven esposa lo ha abandonado, termina en una relación canciller de la universidad (McDormand), que además es la esposa del presidente del departamento de literatura para el que Tripp trabaja. El editor de Grady (Downey Jr.), ejerciendo presión para que Tripp acabe su libro, viaja hasta la ciudad, pero se termina interesando en un libro que un estudiante (Maguire) de la clase de Grady acaba de terminar. Bajo esta atmósfera se desarrolla una historia cautivante que incluye una obsesión por Marilyn Monroe y el robo de uno de sus vestidos; no digo más, sólo recomiendo que la vean. La canción también ganó el Oscar y el Globo de oro como mejor canción original. El vídeo del tema es dirigido y editado por el mismo Hanson.

Wonder Boys Movie Poster

En “Things have changed” (Las cosas han cambiado) Dylan nos dice:

“A worried man with a worried mind.

No one in front of me and nothing behind

There’s a woman on my lap and she’s drinking champagne

Got white skin, got assassin’s eyes

I’m looking up into the sapphire tinted skies

I’m well dressed, waiting on the last train.

Standing on the gallows with my head in a noose

Any minute now I’m expecting all hell to break loose.”

En español:

“Un hombre preocupado con una mente preocupada

Nadie delante de mí y nada por detrás

Hay una mujer en mi regazo y está bebiendo champán

Tiene la piel blanca, tiene ojos asesinos

Estoy mirando hacia arriba los cielos tintados de zafiro

Estoy bien vestido, esperando en el último tren.

De pie en el patíbulo con mi cabeza en una soga

En cualquier momento estoy esperando que todo el infierno se desate.”

Quizás Dylan nos habla de la adrenalina que sólo la expectativa de anticipación frente caos puede generar, una dulce espera. La de un hombre con una personalidad atribulada que siente que en cualquier momento el infierno va a estallar bajo sus pies, pero aún así se conforma y mira al cielo en una actitud que sólo aquel que no tiene nada que perder puede asumir. Quizás su falta de perturbación radica en que está perdidamente asombrado por un amor repentino o inesperado, quizás una femme fatale con ojos asesinos sea lo que evita su pánico. Entonces el mensaje parecería ser que no importa sufrir los predicamentos del desorden o las flagelaciones de los remordimientos si se ama, aun sin correspondencia, así las cosas, el amor -aún si fluye de un sólo lado- es a veces suficiente para aguantar los embates de la realidad. O quizás Dylan nos quiere mostrar la vida de un personaje al que la vida y sus actos le están dejando sin posibilidades de gozo y placer, asistimos al espectáculo de un individuo en decadencia que espera su último chance para encontrar algo de amor, que decide estar preparado para abordar ese “último tren” que la vida puede darle. Una especie de Simon Axler (para traer a colación la novela “Humillación” de Philip Roth), un hombre que ha perdido el don y el encanto, un espíritu que sucumbe en la decadencia recordando tiempos mejores desde la debilidad. Cualesquiera de estas dos interpretaciones coinciden en retratar el momento en el cual una persona está frente al caos y espera que éste lo envuelva ¿será esto bueno o malo? No se sabe en realidad, todo se puede esperar, pero el sentimiento de estar listo para saltar a lo incierto genera un sentimiento tan genuino como cautivador.

Dylan en el vídeo de «Things have changed»

Dylan sigue:

“I’ve been walking forty miles of bad road

If the bible is right, the world will explode

I’ve been trying to get as far away from myself as I can

Some things are too hot to touch

The human mind can only stand so much

You can’t win with a losing hand.

Feel like falling in love with the first woman I meet

Putting her in a wheel barrow and wheeling her down the street.”

En español:

“He caminado cuarenta millas de un mal camino

Si la Biblia está en lo correcto, el mundo va a explotar

He estado tratando de llegar lo más lejos de mí mismo que puedo

Algunas cosas están muy calientes como para tocarlas

La mente humana puede soportar tanto

No se puede ganar con una mano perdedora

Me siento como enamorándome de la primer mujer que conocí

Colocándola en una carretilla y haciéndola rodar por la calle.”

El tema aquí parece sugerirnos la idea de claudicar ante lo inevitable como única respuesta a la desesperación. Nuestras heridas nos recuerdan que el pasado existió y fue real dijo alguna vez Hannibal Lecter, por lo tanto, reconocer que se ha recorrido un mal camino es apenas necesario para estar en paz consigo mismo y soportar cualquier sentencia pues, al final, si lo que la mayoría masculla sobre la vida y la muerte es verdad, todo se acabará (de nuevo vemos una referencia a lo inevitable e incierto). El destino aparece entonces como aquello que nos controla y juega con nosotros, somos un juguete del destino como Romeo en la obra de Shakespeare, perecemos ante aquello que es inexorable e incierto, pero que produce al mismo tiempo la fascinación propia del que está dispuesto a saltar al abismo incluso sin paracaídas pues el espíritu humano está tan bien forjado que se acostumbra a perder y seguir intentando. Dylan nos muestra la cautivadora idea de un espíritu humano fiel al mito de Sísifo, un espíritu que no claudica pero que está destinado a nunca ganar, una vida sinsentido, todo un absurdo en términos de Sartre: nunca se ganará si se está destinado por los dioses a perder. La única solución entonces es el amor, enamorarse de “la primera persona” que se encuentre, ya no hay tiempo para ser pretensioso, el tren se va y hay que amar como forma desesperada de victoria, hay que enamorarse entonces como la primera vez, no importa la persona, el triunfo es el amor como algo universal y no personal.

En otro fragmento Dylan escribe:

“I hurt easy, I just don’t show it

You can hurt someone and not even know it

The next sixty seconds could be like an eternity

Gonna get low down, gonna fly high

All the truth in the world adds up to one big lie

I’m in love with a woman who don’t even appeal to me.”

En español:

“Me lastiman fácil, simplemente no lo demuestro

Tú puedes lastimar a alguien y ni darte cuenta

Los próximos sesenta segundos podrían ser una eternidad

Voy a llegar muy abajo, voy a volar alto

Toda la verdad en el mundo se suma a una gran mentira

Estoy enamorado de una mujer que ni siquiera me atrae.”

La imagen de un hombre que ha recorrido un mal camino toda su vida aflora en este pasaje. De un alma que es sensible y que aguanta estoicamente el sufrimiento que la vida le ofrece, un espíritu que pierde la noción del tiempo ante el dolor y que no es capaz de determinar cuándo su vida es real o tan sólo un sueño. Perder la idea del tiempo no es tan bueno o romántico como parece, cuando no se tiene noción de aquel se pierde la noción de cuánto se gozó o se sufrió, se pierde entonces todo sentido de la vida. Vemos una vida llena de contrastes, de altas y bajas, una vida irregular e imperfecta, una vida que dista mucho de la ideal que los medios o el sistema presenta pues al final todo es mentira, una gran mentira que construimos con verdades individuales y acomodadas, una mentira que se resume en que nuestro personaje está enamorado de una mujer que ni siquiera le atrae físicamente, de nuevo tenemos el retorno al espíritu conformista que se debe tener ante lo incierto y ante el paso del tiempo. Estar enamorado de una mujer que no es atractiva es la cumbre del espíritu humano empapado del absurdo, es el epítome de una trama que muestra que nunca podremos elegir cuándo, a quién ni cómo amar, todo hay que hacerlo antes de que se acabe nuestro dominio del tiempo y la vida misma, es una oda que somete el amor al destino, el tiempo y las limitaciones de la condición humana.

III

Pueden ustedes escuchar la canción y tratar de descifrar qué mensaje entrega, los invito a ello. Quizás encuentren conexiones tan íntimas y profundas que les hará recordar obras fantásticas de la literatura y la filosofía, o simplemente de su vida. Al final, la literatura busca tratar de explicar la vida para así soportarla y evita construcciones fantásticas y alejadas de sentimientos y mundos reales, ya lo dijo Herta Müller (premio Nobel 2009): “Yo no escribo literatura, cuando escribo quiero saber cómo funciona la vida y sólo puedo escribir sobre lo que está alrededor mío, sobre lo que veo y lo que vivo (…). Yo siempre empiezo a escribir cuando ya no puedo seguir adelante, y escribir es lo único que me permite volver a soportar la realidad y las cosas (…)

Bob Dylan 2019

La música, como expresión del arte y del espíritu humano, puede transmitirnos mensajes y sensaciones tan poderosas que no es extraño equiparar su impacto al de una buena novela o al de un ensayo cautivador. Pienso firmemente que Bob Dylan y su obra es una muestra de ello.

Comments

comments

1 comentario

  1. Gracias, interesante y documentado análisis

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.