Adiós al romanticismo


Quisiera llamar la atención sobre un ambiente monstruoso que estamos creando: lo políticamente correcto cruzó la línea de lo empalagoso y la falsedad. A los ciudadanos, se nos disparó la mojigatería, parece que quisiéramos oír sólo lo bello y hermoso, pero lo sensato nos escandaliza. Estamos haciendo de todo un show, una causa, una indignación. Una farsa.

Vivimos una era de romantización muy perjudicial: queremos que nos cuenten discursos bonitos en los que todo será flores, perfección y amor. En redes sociales publicamos lo que nos hace quedar bien con todo el mundo más no lo que realmente pensamos y las ideas que de verdad aportan. Creemos que en el país hay dos bandos: el de los buenos y el de los malos, donde hay héroes y villanos. Si se quiere hacer un chiste se debe pensar dos veces porque hacer humor se volvió un asunto muy delicado, es imposible criticar a una mujer y es hasta peligroso que nos coqueteen, entre muchos más ejemplos. Ternura pura.

Romantizamos la pobreza y satanizamos a quien tiene tres pesos. Nos inventamos y creímos un cuento en el que alguien que creció con menos recursos es mejor persona, es menos propenso a la corrupción y tiene más honor que alguien que se crio con facilidades económicas. La realidad es que la pobreza o la riqueza no nos hace ni mejores ni peores seres humanos.

Romantizamos la resistencia. Nos parece sexy salir a convocar, marchar y enfrentarnos desconociendo la seriedad con la que se participa en las causas, la responsabilidad de los impactos que tiene movilizar a la ciudadanía y hasta disculpamos los actos que atentan contra la vida de los policías y los daños a bienes públicos y privados en nombre de la revolución.

Este engendro de ambiente también impactó la política produciendo imágenes de líderes con una supuesta moralidad excesiva y engañosamente inmaculados. Los políticos y estrategas ya se dieron cuenta. Ahora resultó que lo importante para escoger a un gobernante es que el personaje haya crecido entre las dificultades, de la noche a la mañana resultó que casi todos fueron marginados, excluidos, maltratados y discriminados. Todos son víctimas y activistas. Huérfanos y cabezas de familia. Por favor, respeten a quienes sí lo son, no deslegitimen las verdaderas causas, no satanicen lo simple, natural, lo que no tiene control y tampoco maldad.

Todo esto debería llevarnos a la reflexión porque pronto tendremos elecciones y es preocupante para qué y en manos de quién estamos depositando las riendas del país. Las redes sociales democratizaron la información, la forma de hacer veeduría y la política; ya no se necesita ser un delfín, mucho menos tener una gran chequera para aspirar a un cargo de elección popular, y eso está bien, es sano para una sociedad como la nuestra. Pero lo que resulta perjudicial es que, en el afán de convencer a todos, nos estamos dejando envolver de dirigentes falsos e incapaces. Vendedores de humo y falsos profetas.

Pero la culpa no es exclusiva de los líderes que no nos muestran lo que realmente son. Como mencioné, hemos propiciado el ambiente para dirigentes superfluos, sin mucho fundamento, sin propuestas viables, estructuradas y sostenibles, pero que mueven sentimientos. Líderes cuya misión se reduce a indignarnos, a culpar a unos y otros, a dividirnos y separarnos, pero que cuando están ocupando un cargo público son incapaces de mejorar las cosas para la gente.

A Colombia, no le cabe una mentira más. Los engaños nos han llevado al atraso, a políticas fracasadas, a promesas incumplidas y han desembocado en corrupción. Necesitamos un poco de sensatez, reconocer qué somos, en qué fallamos nosotros, en qué acertaron los detractores y qué estamos verdaderamente en capacidad de alcanzar. Lo que nos gusta no es necesariamente lo correcto y conveniente para todos. Necesitamos líderes y dirigentes reales y más que buena onda sean responsables, porque de las decisiones que ellos tomen depende nuestro futuro. Piénselo, un poco de objetividad al año, no le hace daño.

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7 comentarios

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    • Ricardo. el 30 abril, 2019 a las 11:34 am
    • Responder

    Laura.

    Encuentro contradictorio tu hacer de comunicadora y la esencia de esta columna.

    De otra parte, hablar de romanticismo para definir lo política y socialmente correcto degrada ambos términos.

    Con mi saludo.

    1. Ricardo,
      Gracias por tu mensaje. Precisamente, como en todas las profesiones se establecen unos estándares éticos. Cada profesional debe saber de qué lado juega, si decide acompañar asesorar y acompañar las mentiras u ofrecer a la gente la verdad, igual aplica para la comunicación.
      Respecto a tu segundo comentarios, muy respetable tu punto de vista.
      Saludos!

      • Miguel Angel Rodriguez el 4 mayo, 2019 a las 6:06 pm
      • Responder

      Hola Ricardo,

      Creo que el romanticismo al que se refiere Laura es el romanticismo subjetivo, ese que solo obedece al mal concepto del ser romántico que tiene nuestra sociedad. Un buen ejemplo es el sujeto que regala flores a su compañera, pero que detrás de ese detalle esta el mismo sujeto robando las flores para regalarlas.

  1. Un gusto, es la segunda oportunidad que disfruto de tus escritos, tuve la suerte de encontrarme con ellos muchas gracias por ayudar a formar opinión no solo polarización desde mi punto de vista, éxitos y bendiciones en tu labor y vida.

    1. John, muchas gracias por tus palabras. Me animan!! Un abrazo.

  2. Your method of telling everything in this paragraph is really pleasant,
    every one be able to effortlessly understand it, Thanks a lot.

  3. Awesome article.

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