Campesinos urbanizados

“Para percibir la ciudad tal y cual como es y resolver sus problemas, es necesario expandir el pensamiento y la acción fuera de los estrictos límites urbanos” V. Bettini

Tomado de: lasdosorillas.co (2018), Colombia abandona a sus campesinos.

Hablar de la ciudad en el siglo XXI será asociado en la mayoría de casos a edificios, calles, vehículos y cemento. Esto se debe a que se ha colectivizado el pensamiento de que la calidad de vida cosmopolita y las oportunidades se presentan únicamente en las urbes y que el campo es un espacio para el ocio y el veraneo de los citadinos. Pasamos por alto la relación estrecha entre el campo y las ciudades, pasamos por alto la importancia del campesinado en nuestra cotidianidad abrumada por el caos y el estrés y, asimismo, aceptamos que se segregue a dicha población rural que por décadas ha sufrido la inclemencia del abandono.

¿Sabía usted que Bucaramanga posee 3 corregimientos y 25 veredas? Según el último censo nacional adelantado por el DANE, la población rural bumanguesa se acerca a los 7.000 habitantes quienes basan su economía, en su mayor parte, en el desarrollo agrícola vinculado al abastecimiento alimenticio de todo el país. Por su parte, en el ámbito departamental, el agro también tiene un papel preponderante. Según el mismo DANE, en Santander hay destinadas 507 mil hectáreas a la actividad agrícola que corresponde al 26.1% del departamento y representa el 5% del PIB de la economía regional.

Conociendo ya la importancia en números del campo para la ciudad de Bucaramanga y de las ciudades colombianas en general, vale la pena peguntarse el porqué de las paupérrimas condiciones en las que se encuentran las poblaciones rurales en el país. Pérdida de cosechas enteras, malas condiciones de las vías terciarias que conectan las veredas con los cascos urbanos, baja tecnificación para la explotación de recursos, imposibilidad de competir económicamente con los productos importados y la violencia que azota al país desde hace 60 años, son el panorama que tienen que enfrentar los campesinos a diario para intentar subsistir.

Tomado de: elheraldo.co (2019), Crisis del mango en Ciénaga: desempleo e inseguridad

CRISIS RURAL, PADECIMIENTO URBANO

El campo y la ciudad están estrechamente relacionados y el vínculo que existe entre sí, va más allá de ser netamente productor-consumidor. La crisis presente en el campo desde el siglo pasado, ha sido una variable de consideración en la conformación de las ciudades colombianas.

Tomado de: Elcronista.com (2019), Campo-ciudad, la primera de las grietas.

Las migraciones forzadas de los años 40`s y 50’s producto de los brotes de violencia en nuestro país, fueron las causantes del aumento poblacional en las urbes y por ende fueron formadoras de algunas características urbanas que hoy conocemos, entre ellas los cordones de miseria en las periferias, los asentamientos ilegales y la invasión de terrenos no aptos para la urbanización. El desempleo y la explotación de la mano de obra barata y poco calificada empiezan a influir en la percepción de seguridad de la ciudad y la calidad de vida en las misma. Es por esto y mucho más que hoy podemos decir que: las crisis del campo las sufren las ciudades.

Para la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI, las ciudades siguieron recibiendo éxodos desde el campo. En el año 1985 el 65 % de la población en Colombia ya era urbana y en el 93 ascendió al 68%. Las ciudades seguían aumentando sus tugurios periféricos mientras se efectuaba una expansión urbana sin control ni planificación alguna. Los intentos gubernamentales por crear políticas de mitigación demográfica eran insuficientes ante la magnitud de la aparición de asentamientos y de esta manera se atacaba la consecuencia del problema y no la causa, la crisis rural.

Tomado de: vanguardia.com (2018), Colombia le gana la batalla a la pobreza y a la desigualdad.

Para el siglo XXI se suma un nuevo agravante, el cambio climático. Como si fuesen pocos los obstáculos socioeconómicos que el sector rural ha tenido que soportar, la variabilidad climática y la poca orientación tecnológica recibida por la población, hace que no se vaticinen mejores vientos para los campesinos. Se necesita educar al campesinado, capacitarlo en aras de mantener la producción de alimentos a pesar de las nuevas condiciones meteorológicas. Asimismo, las políticas de estado anteriores y las actuales se han concentrado en promover la importación de productos alimenticios y no en crear un escenario propicio para el desarrollo rural colombiano estimulando la producción y mano de obra local. Los altos costos en los fertilizantes y plaguicidas, las malas condiciones de las carreteras y la guerra, los tienen en la quiebra.  ¡Es como si Colombia se negara a aceptar que su potencial radica en su capacidad agrícola!

La indiferencia colectiva agravada con el pasar de los años ha condenado a Colombia al subdesarrollo. No podemos ser ajenos a asumir como propia la crisis agrícola que se presentan en el país por más tiempo. No podemos simplemente voltear la cara, cambiar de tema y seguir como si nada bien sea porque conozcamos las implicaciones urbanas de la crisis o por simple empatía. El desarraigo de las masas, la exclusión social y la pérdida de la dignidad son situaciones que deben lograr que nos pongamos en las botas de nuestros campesinos. A ver si así, contribuimos para que ellos dejen de ser los pobres de siempre.

Ph. Daniela Reina, tomado de: semanarural.com (2018), Diez respuestas para los problemas del campo colombiano

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