Desintoxicación mental

Si estás leyendo esto, el primer paso ya lo diste, disponerse a cambiar.

  1. Empezar con un objetivo de transformación en mente: cuando nos proponemos comenzar un proceso de transición, cualquiera que sea, es fundamental fijar las metas ¿qué quiero lograr? ¿qué quiero cambiar en mi pensamiento, sentir, o en la manera en que me comporto? Tras haber respondiendo estas preguntas, habremos cumplido con el enfoque y tendremos un fin en mente.
  2. Desintoxicación del entorno: Partiendo del objetivo o estado ideal, es fundamental comenzar por la desintoxicación del entorno y, para ello, existen unos pasos sencillos que nos ayudan a lograrlo:

Autoevaluación: «La admisión de la ignorancia es a menudo el primer paso para nuestra educación», y en este caso para abrirle las puertas a nuevo conocimiento, a un estado distinto y las bases de un estilo de vida. La autoconciencia en este caso se centra en la observación delicada del ecosistema: amigos, familia, lugares en los que me muevo, contenido que consumo.

Solemos pensar que le debemos demasiado a nuestros amigos o familia porque siempre han estado a nuestro lado y por ello nos volvemos permisivos con sus palabras, acciones, y nos acomodamos a su forma de ser, aunque sea dañina. Por esto es importante poner atención a los detalles y al lenguaje ¿qué escuchamos todo el tiempo?, ¿qué tipo de energía nos rodea?, ¿son mis relaciones más cercanas sanas y constructivas?… si no, debería comenzar a pensar en dejarlas, si es posible, o en quitarles poder de decisión o control sobre mi propia vida o mi proceso. Si en algún caso la relación destructiva corresponde a alguien a quien se ama mucho o con quien no se pueden romper lazos, el primer intento de comunicación verdaderamente empática es fundamental para intentar mejorar el flujo de energía entre las partes. Para descubrir cómo llevar a cabo esta conversación, aconsejo leer acerca del método de negociación ganar/ganar.

Foco en los patrones: como parte de la autoevaluación debemos identificar las respuestas recurrentes que damos a situaciones parecidas, el nivel de agresividad con que actuamos frente a ciertos estímulos. En el párrafo anterior trabajamos sobre el estímulo (las relaciones del entorno destructivas), aquí trabajamos sobre la respuesta a esos estímulos. El problema más grande de ignorar nuestros comportamientos recurrentes es que se convierten de a poco en hábitos peligrosos que interfieren profundamente en nuestra capacidad de relacionarnos con los demás.

Por último, de mi proceso de coaching aprendí a trabajar dedicadamente en el pasado. Entrar en un proceso de meditación en el que a de poco eliminamos las distracciones del entorno: los sonidos, imágenes, y nos concentramos en nuestra propia respiración, y de a poco vamos caminando desde el último momento en que nos sentimos de una manera indeseada: frustrado, reprimido, rechazado, etc… hasta la primera vez en que nos sentimos de la misma manera (el primer efecto, la causa), y trabajamos sobre él observando qué nos rodeada y cómo nuestra mente pensaba en ese instante. Finalmente, de manera voluntaria, cambiamos las emociones que nos perseguían por las emociones que queremos que nos persigan en esas situaciones: paz, confianza en sí mismo, dignidad, etc…

Estos primeros pasos provocarán cambios de sensación inmediatos y una limpieza radical del ecosistema. Si no cambiamos el estímulo, necesitaremos un esfuerzo o habilidad mayor para cambiar o elegir la respuesta.

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