Vivimos en una sociedad del conocimiento, donde el emprendimiento es: «La comprensión de cómo son descubiertas, creadas y explotadas las oportunidades de poner en el mercado nuevos bienes y servicios, por quién y con qué consecuencias» (Venkatamaran, 1997, p.120)
En épocas de crisis siempre aparece alguien con un as bajo la manga, con proyectos populistas que suenan bonito a los oídos de todos, soluciones que se brindan para el colectivo y hacen olvidar la importancia de tener individuos fuertes y seguros que creen sociedad. En el ámbito empresarial es importante recalcar la importancia del emprendedor como fuente de conocimiento y desarrollo, este emprendedor puede venir de distintos lugares: puede ser de las industrias creativas, puede ser un innovador serial que aporte desde su conocimiento valor a las empresas, puede ser un estudiante universitario, un joven bachiller e incluso una persona sin estudios pero que conoce perfectamente el mercado en el que se mueve un producto o servicio (sí, hay muchos como estos y no debemos menospreciarlos).
En esta sociedad el conocimiento toda idea cuenta, todo lo que podamos construir desde el individuo a la sociedad cuenta, allí es donde juega un papel fundamental la unión entre academia, empresas y las entidades garantes para la generación de desarrollo, si bien el último año y medio ha sido bastante difícil entre paros y restricciones (algunas sin sentido) por la pandemia, hoy más que nunca necesitamos detectar ese emprendedor, esa persona que desde sus ideas y conocimiento puede generar nuevos valores, ayudar a buscar nuevos mercados, generar nuevos productos y servicios que se adapten a las necesidades actuales.
¿Qué está haciendo la academia para esto? ¿Qué están haciendo las empresas y empresarios para esto? ¿Cómo podemos aportar para construir un mejor futuro para nuestro Santander? Son preguntas que les dejo en el aire, en la próxima entrada hablemos de soluciones, lo que podríamos necesitar para salir de esta coyuntura que hoy nos golpea.