Después de enfrentar con creatividad artística a la Baronesa en el exclusivo mundo del diseño de modas, Cruella es catalogada como «vándala», por un noticiero de la televisión londinense. Si bien la joven sabotea las presentaciones públicas de la Baronesa, sus apariciones están llenas de diseño, música y transgresión. Claro está, que eso no lo menciona el medio de comunicación, así como tampoco habla del prontuario de la «exquisita» Baronesa. No estoy reflexionando sobre la realidad colombiana, sino acerca de la nueva película de Disney: Cruella, que se estrena mundialmente el presente fin de semana.
Cruella de Vil es una malvada del universo animado de Disney recordada porque quiere hacerse un original abrigo de piel con el cuero de unos pobres Dálmatas. La película (1961) se tradujo como La noche de las narices frías en ciertos países o 101 dálmatas en la mayoría y elevó a la categoría de icono del mal a la veterana diseñadora de modas .
Sin embargo, en la presente versión en Live action (personajes reales basados en las versiones animadas) la historia no comienza con el malévolo personaje haciendo de las suyas, ni siquiera alcanza la dimensión de villana, pues al director Craig Guillespie lo que le interesa es ver la transformación del ser humano.
Por eso viajamos a la infancia de la pequeña Stella (así se llama), vemos por lo que tuvo que pasar con su cariñosa ‘madre’, los ladronzuelos que la acogen en Londres y las humillaciones que sufrió de joven tratando de abrirse paso en el exclusivo mundo de la moda inglesa, antes de convertirse en Cruella de Vil.
Algo similar al enfoque dado en las películas de Star Wars cuando decidieron mostrarnos la infancia del malo más malo de toda la galaxia: Dark Vader y nos presentaron a un inocente niño, o como lo vimos en el Joker donde asistimos a la metamorfosis del frágil y maltratado payaso Artur Fleck hasta convertirse en el anárquico Guasón.
Ver el post: https://blogs.vanguardia.com/el-colombian-dream/2019/10/14/de-arthur-fleck-al-joker/
A pesar de la gran factura técnica de la película, la actuación siempre polifacética de Emma Stone en el papel principal y la adaptación contemporánea de la trama, algunos espectadores mostraron su indignación porque según ellos no es conveniente esa tendencia de darles toques positivos a los villanos clásicos, como vimos también con Harley Queen, quien siendo malosa en los comics de Batman, la suavizan con un toque de humor y la ponen en la película a pelear contra unos aún más perversos. Obviamente, con el objetivo que no nos sintamos mal por empatizar con la anti heroína.
Igual sucede al revés, es decir cuando se evidencian fallas dentro de lo «bueno» en los protagonistas, como en la serie Wanda Vision, con la heroína un poco descontrolada por el duelo que está pasando y en Falcon y el soldado del invierno con la violencia desmedida del nuevo Capitán América.
Entiendo que quienes vieron la caricatura animada se quedaron con esa idea de buenos y malos. Así no más. Sin matices. Pero eso hace que se pierda la riqueza de la complejidad humana en los relatos.
Nos pasa incluso fuera de las artes escénicas al dividir tajantemente la sociedad entre buenos y malos o entre «gente de bien» y… seguramente gente de mal, cuando simplemente somos ciudadanos que nos movemos dentro de las normas de convivencia. En determinado momento ‘alguien de mal’ puede salvar una vida y la «gente de bien» robar un dinero del erario que nos pertenece a todos.
«Es la moral gris de la vida real interpretada en las historias lo que nos permite vernos como somos» (Juan Esteban Mantilla 2021) Seres en constante conflicto entre lo correcto y lo que no, entre quienes cumplen las normas o aquellos que las quebrantan. En fin, dualidades internas, dilemas morales y crisis éticas que no se pueden ver cuando los personajes sólo se clasifican en héroes o villanos.
No se trata aceptar o justificar los métodos vandálicos de Cruella, pero sí de entender por qué lo hace.