Colombia: El olvido que seremos

Antes pensábamos que Colombia era una estirpe condenada a ‘Cien años de soledad’ por la espiral de violencias y por las situaciones aparentemente inexplicables que nos suceden, llamadas por García Márquez como «Realismo Mágico». Ahora, después de ver en los teatros la más reciente película de Dago García Producciones, me asalta la duda si también nos cabe el título de «El olvido que seremos».

Una de las películas nacionales que no pudo estrenarse en la pantalla grande en el 2020 fue: El olvido que seremos, basada en el emotivo libro de Héctor Abad Faciolince (de igual nombre) el cual narra impresiones personales del escritor sobre su padre: el médico Héctor Abad Gómez, quien fuera asesinado en la convulsionada Medellín de los años 80.

La película estaba lista a comienzos del año anterior, pero antes de exhibirse públicamente se interpuso la pandemia que llevó a cerrar las salas de cine en nuestro país. Algo paradójico teniendo en cuenta que en el fondo de esta historia hay una reflexión sobre las consecuencias de no tener las condiciones adecuadas para promover la salud pública.

Dago García, quien es el productor ejecutivo, nos comentó que la estrategia se encaminó a presentarse en importantes festivales, logrando la máxima distinción en los Premios Goya como la mejor película iberoamericana 2021.

Desde hoy 15 de junio, en la reapertura de las salas de Cine Colombia, se podrá observar El olvido que seremos. Adaptación de los hermanos Trueba: David en los guiones y Fernando en la dirección.

Siempre he pensado que una buena adaptación no es la que intenta pasar textualmente el libro a imágenes en movimiento. Un escritor puede dedicar varias páginas a la descripción de un detalle, jugar con el tiempo o dedicar amplias reflexiones al interior de los personajes, recursos que quizás sean maravillosos para la lectura, pero que no necesariamente garantizan que funcione para los espectadores cinematográficos. Hay que identificar la esencia del texto y a partir de allí trabajar en una nueva creación.

Otro reto era recrear los años 70 y 80 en Colombia, que es cuando suceden los hechos, y uno más, lograr que el actor principal el gran Javier Cámara (español) diera el acento «paisa» característico. Vamos por partes, antes de entrar al fondo de lo que me interesa.

La recreación de una época no es desconocida para el destacado director español. Su película La belle époque ganadora del Oscar en la categoría de lengua extranjera 1993 estaba ambientada en la España de 1930 y aunque no trataba de la era dorada francesa, si describía muy bien un ambiente social propicio para una tragedia. En El olvido que seremos, trabajó de manera verosímil los interiores en los que se mueve el protagonista: la casa donde crece toda la familia y la oficina en la universidad donde deja claro el pensamiento del protagonista. En exteriores, los barrios que visitaba para revisar si la gente tenía agua potable.

Javier Cámara interpreta a Héctor Abad Gómez y Fernando Trueba director de El olvido que seremos

En cuanto a Javier Cámara pienso que su interpretación es realmente destacada: tanto por el detalle del matizado acento como por su comprensión de lo que significó el personaje para la sociedad colombiana y su familia.

Y ahí es donde está el tono de la película, en la proyección social desde lo familiar. Este es un retrato íntimo que gira al rededor de las actividades del padre médico y cómo su idea de dar unas condiciones dignas de vida a las clases menos favorecidas para evitar enfermedades, los afectó dramáticamente.

Un poco similar a lo que mostró Richard Linklater con su trilogía de Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer, donde la cotidianidad de una pareja, incluyendo aspectos aparentemente vanos, nos van armando la historia y Boyhood donde sigue a un joven en su recorrido desde niño. También, Alfonso Cuarón en Roma, plasmó sus recuerdos de infancia y a través de ellos nos aproximamos al ámbito público de ese momento en México.

El cine tiene la propiedad de funcionar, entre otras cosas, como un espejo donde podemos mirarnos y así saber si estamos funcionando bien como personas o en comunidad. No quiero pensar que después de vernos como sociedad en esta película nos quedemos hablando del ritmo o la narrativa y no de la ignorancia de ciertos gobernantes respecto a las políticas públicas de salud, particularmente en estos momentos que vivimos un preocupante tercer pico de la pandemia.

Ya he escrito en otros post sobre la vieja discusión de ¿Qué es mejor el libro o la película? o si el llamado «cine arte» es mejor o peor que los llamados «blockbuster». Por eso me interesa más que nos fijemos en como algo tan elemental como es la prevención de enfermedades basada en las adecuadas condiciones de limpieza y hacer notar la responsabilidad que tienen los gobiernos respecto a ello, puede llegar a ser algo mortal en Colombia.

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