Arthur Fleck es un hombre con una extraña condición mental reflejada en una risa involuntaria quien se gana la vida como payaso en una gigantesca ciudad. Todos los días da lo mejor de sí intentando sobrevivir, encajar, funcionar. Nada hace más feliz a Arthur que hacer reír a la gente ¿Acaso hay algo malo en eso? En una sociedad sana no, pero el vive en la decadente, corrupta y nada amigable Ciudad Gótica ¿Qué podría salir mal?
La película Joker de Todd Phillips o como se conoció en países de habla hispana: El Guasón o el Bromas, sigue dando de que hablar en círculos especializados y en los espectadores, tanto por la actuación de su protagonista Joaquin Phoenix como por el trasfondo de su historia.
Lo primero, es que existe consenso respecto a la sobresaliente transformación del personaje. Joaquin Phoenix creó una especie de huevo podrido cuyo cascarón están rompiendo unos inconscientes cocineros sin saber lo fétido que saldrá desde dentro.
El actor antagónico de Gladiador, bajó 20 kilos para dar ese aspecto frágil y ensayó la risa durante varios meses hasta encontrar el punto medio donde no sabemos si reírnos o asustarnos. Algo de resaltar, teniendo en cuenta que aún tenemos en la mente al Guasón de Heath Ledger mojando sus resecos labios con la lengua, arreglándose con gracia su grasoso cabello verde, la pintura de payaso corrida por el sudor y sobre todo su mirada pesimista de la sociedad en la que vive.
En lo que no hay unanimidad es en la corrección política, en el enfoque que el director le dio a la historia. A algunos no termina de gustarles la idea de que la sociedad tuvo mucho que ver con la creación de ese monstruo anarquista, y además, les parece condescendiente la mirada del director al tratar las causas que llevaron a Arthur a convertirse en el Joker.
Al parecer, la versión del malo porque sí, o porque le sucedió un accidente en un laboratorio, o porque es así de nacimiento, podría ser más tranquilizadora que la de Todd Phillips. El director junto al guionista Scott Silver, ‘cocinan’ escena tras escena el caldo de cultivo donde nace la bestia. Una sopa espesa cuyos ingredientes son una sociedad corrupta, agresiva, excluyente, profundamente desigual y de falsa moral llamada ciudad Gótica. Aunque perfectamente podría llamarse Nueva York, Bogotá, ciudad de México, Buenos Aires, Caracas, Lima o Quito.
Un entorno similar recorre Travis Bickle, el protagonista de Taxi driver (Scorsese 1976), quien ve lo que pasa en las calles de Nueva York, pero a quien nadie nota, como Arthur. Sin embargo, ambos pasarán de ser unos individuos aislados a volverse una especie de líderes marginales. Travis salió en los periódicos después de lo que hizo, mientras que Arthur saldrá en televisión nacional donde tendrá el tiempo suficiente para presentar su impresionante mutación.
Robert De Niro interpreta a Murray Franklin, el anfitrión de ese famoso programa de variedades, en donde Arthur fantasea estar. Como habrán notado, De Niro fue el protagonista de Taxi driver hace cuarenta años y ahora hace parte de esta película cuya atmósfera es similar, un guiño de producción para orientarnos hacía dónde se dirige el tono emocional y así no confundirla con las que hemos visto de superhéroes enfocadas a un público juvenil.
El Joker de Phoenix es triste pero violento, maltratado y maltratador, grotesco y por momentos elegante, un villano que puede confundir al espectador sobre amarlo u odiarlo. No es una falla en la historia, ni del director, ni en el enfoque, ni en las escenas donde se protesta de manera violenta en las calles, la cuestión está en que nosotros comprendamos la situación de manera integral, aunque sea aterrador descubrir que así sea por indiferencia, algo de culpa tenemos en la creación de psicópatas.
Es más, uno mismo tiene que hacer grandes esfuerzos para no pasar de ser un Arthur Fleck a convertirse en un Joker ¿O ustedes no siente una indignación creciente todos los días frente a los noticieros que registran casos de corrupción en el gobierno, en el sector privado, la discriminación por ser diferentes a lo que se considera «normal», la falta de justicia, la inequidad, o la falta de oportunidades?
OJO, no tomar estas palabras como incitación a la violencia, sino como un llamado para entender que si una sociedad presenta los síntomas de ciudad Gótica hay que tratarla de inmediato, con educación, atención, respeto y solidaridad, pues de no hacerlo las consecuencias para cada uno de los integrantes pueden ser impredecibles.