He escrito todo esto apresuradamente y al releerlo me doy cuenta de que esta historia tiene cabos sueltos, anacronismos insalvables y de que gran parte de ella son sólo las alucinaciones apócrifas de un viejo moribundo.
Se escuchó el frío y seco tronar de varias ráfagas. Álvaro Gómez pareció ver la humanidad de alguien similar a él y sobre este el cuerpo sin vida de quien lo acompañó durante más de 12 años: el escolta más culto de Colombia.
El apellido materno de José Huertas del Cristo es de origen italiano y llegó a Colombia durante la colonia. Los boyacenses lo pronunciaron mil veces mal «Hastamorir».
Embustes y supercherías
Pasaban los días en la mente de Álvaro mientras intentaba buscar la salida de ese laberinto que fueron sus últimos minutos de vida. Aunque inmóvil, su imaginación trabajaba en esa solitaria habitación de la Clínica Country, decorando las blancas y frías paredes con recortes de revistas y periódicos que rescataba de sus recuerdos. Álvaro buscaba en su mente a los culpables que lo hicieron prisionero de su propio cuerpo.
Se escucharon voces que gritaban «¡Dr. Gómez no se vaya!», pero él no pudo responder. Paradójico es recordar que durante su primer cautiverio, Álvaro hablaba con sus enemigos y sus manos eran libres para escribirles cartas. Cayó en la cuenta de que todo quedó saldado con el M-19, gracias a esa nueva constitución cuya creación —de una u otra forma— estuvo influenciada por sus lecturas de Engels mientras estaba secuestrado. No eran ellos los asesinos y descartó de tajo a esa guerrilla.
No cabe duda que los pensamientos oníricos intervienen incluso en nuestro lecho de muerte. En ese estado se forman elucubraciones que pueden dar vida a un episodio de Black Mirror.
La verdad oficial
Los asesinos en Colombia andan con la virgen del Carmen, con escapularios… porque saben que matar es pecado y buscan de antemano una especie de absolución. —¡El asesino debe tener la coartada perfecta! —Álvaro pensó.
La verdad es una cosa y la verdad oficial es otra. Es probable que este tenebroso episodio colombiano esté más plagado de mentiras, cortinas de humo y testigos falsos, que el asesinato de Jaime Garzón.
Se debe recordar que dentro del actual orden cultural colombiano, toda verdad oficial debe ser calificada como falsa al menos en principio.
El dinero de los narcos
Iniciando los ochenta, las FARC vieron en el negocio del narcotráfico una excelente fuente de ingresos y esta se convirtió en una dinámica muy lucrativa. Desde ese entonces y hasta 1995 la fortuna e influencia oculta de las FARC fue creciendo, tanto así que el entonces general Harold Bedoya, comandante del ejército nacional, señaló que las FARC eran socios del cartel de Cali.
Recordemos que para las elecciones presidenciales de 1994 compitieron Navarro Wolff, Samper y Pastrana. Los dos últimos fueron los protagonistas. Cabe anotar que Pastrana siguió en la mira de los narcos por simbolizar la extradición, pero no puede decirse lo mismo de el bojote.
La carta anónima y los narco-cassettes
Durante la segunda vuelta electoral, Carlos Barragán —un intachable policía caleño cercano a Pastrana— llamó a Gómez solicitando el favor de entregar unos cassettes al candidato conservador. Estos cassettes confirmaban la fuente de financiación en la campaña presidencial de el bojote.
Horas antes del atentado dirigido a Álvaro Gómez, José Huertas recibió una carta anónima donde revelaban el espionaje del que fueron objeto las conversaciones de su jefe con Barragán.
Al seguir leyendo la carta, José se percató del peligro cuando llegó al siguiente párrafo:
Recibo con profundo dolor la noticia de tu asesinato. Colombia pierde con tu partida un hombre símbolo de lealtad, coherencia y honestidad.
Siempre fuiste leal con tu familia, coherente con tus ideas y honesto sobre tus pretenciones. Gracias por esa nueva Constitución la cual te debe mucho.
Sí, el dinero lo recibí por parte del cartel de Cali, pero los fondos son realmente de las FARC. Ellos te han espiado y saben el favor que te pidieron, eso pondrá en peligro mi candidatura y sus intereses, también tu vida. Yo no puedo hacer nada más que escribir esta carta, esperando que la recibas antes de que llegue tu hora.
Descansa en paz, amigo mío.
Para justificar el atentado contra Gómez, las FARC usaron las mismas razones que Escobar al mandar secuestrar a Pastrana: todo lo que representara u oliera a extradición era peligroso y debía ser exterminado.
Tanto los narcos de izquierda como de derecha aborrecen a la extradicón.
Samper nunca fue
La carta llegó a Gómez justo en el momento del atentado: escapó del blazer del guardespaldas hasta caer sobre su rostro ensangrentado.
En el sueño moribundo de Gómez, la carta permaneció a su lado toda la vida y la atesoraba como un recuerdo de José, quien a manera de chiste escribió una frase en el reverso de la misiva: guárdela muy bien, Hastamorir.
Aún convaleciente, Álvaro decidió salir y hacer historia. La imagen que apareció en su mente fue una en la cual convenciendo a Pastrana de hacer públicos los cassettes, restaba popularidad a su oponente cripto-socialista, ganando de esa forma la segunda vuelta.
Las pruebas de la financiación narco a la campaña de Samper por la presidencia nunca pasaron por manos del entonces presidente Gaviria, sino que fueron directamente difundidas en los medios de Televisión más importantes del país, no por voluntad de sus directivas, sino por periodistas que no temieron perder el trabajo.
Samper nunca fue presidente: perdió la contienda y Pastrana se hizo al poder. Toda la verdad se supo durante los siguientes cuatro años, permitiéndole a Gómez ganar más popularidad ya que se conoció que él fue el artífice de esa gran idea de hacer públicas las grabaciones.
La posverdad oficial
A los 90 años y después de una vida plena, llena de logros incluyendo ser presidente de la República, la última palabra imaginada del constituyente fue «Hastamorir».
Gómez Hurtado llegó con vida a la Clínica Country pero falleció minutos después debido a la gravedad de sus heridas. El relato oficial menciona a las FARC como autoras del asesinato del último caballero del conservadurismo. Parece ser que el bojote solo fue un espectador.