Puerto Resistencia ya aparece en Google Maps

Las calles, carreras, avenidas y autopistas de cualquier ciudad han sido testigos de los hechos que han forjado la historia reciente de cualquier país y a muchas de ellas se les bautiza con nombres que a veces son ajenos a las personas que transitan por ellas.

La tradición de ponerle nombre a las calles es una costumbre heredada de la cultura española, como tantas otras cosas. En Cali hay aproximadamente 142 calles que tienen nombre, los primeros se remontan al siglo XIX, donde fueron apodadas por la tradición oral o las actividades económicas de la época. Algunas calles cambian de nombre por decisiones de ordenamiento territorial y otras por sucesos políticos.

Sin embargo, muchos de estos nombres son asignados de forma oficial por una élite y por eso a pocos les importa cómo se llaman las calles o avenidas… hasta ahora.

Ahí es donde entra Puerto Resistencia

Es en Cali donde comienza esta nueva tendencia de reclamar derechos fundamentales al resignificar espacios, por eso Puerto Rellena pasó a llamarse Puerto Resistencia, El Paso del Comercio a El Paso del Aguante, la Loma de la Cruz ahora se llama Loma de la Dignidad. Lo mismo ha ocurrido en Bogotá donde el Portal de las Américas se conoce como Portal de la Resistencia y en Santander tenemos lo que se conoce como «Mesón de la Resistencia».

¿Quién dio la orden? Se debe entender que estas resignificaciones no se dan como parte de un plan maestro liderado por un comité central. Todo esto ha sido espontáneo, como el mercado mismo. Las calles se han convertido en un lienzo donde se exponen, de forma no tan estética, las represiones inhumanas de las autoridades. El espacio público se ha convertido en la plataforma de microblogging preferida por la generación que se considera censurada. Atrás quedaron los museos y casas de cultura como espacios de experimentación.

Las resignificación no es mala ni buena, solo se da

Quienes intentan romantizar este tipo de hechos históricos caen en un error de asignarles valor, ya sea malo o bueno, mucho o poco. Este tipo de manifestaciones sociales no solo tiran hacia un solo lado ideológico o solo se dan en ciertos escenarios, sino que son fenómenos de la historia que debemos comprender y despojarlos de cualquier valor para poder estudiarlos sin ningún sesgo.

En cierta medida, es un proceso normal de la historia y no nos debe sorprender.

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