Capítulo 14: Pa’ qué, pero yo soy una mujer sutil

Se nos fue el agua, terrible, me tocó ponerme la misma ropa de ayer, y la arepa me huele a puro requesón. No tengo ni un calzón limpio. Como en esta casa se lava los primeros sábados del mes, yo estaba confiada de que sacaba la ropa a orear un ratico y después me la podía poner calientica. El caso es que acá todos apestan a lata de sardina, no nos hemos podido bañar y a mí, sinceramente, me da pena ir así a rezar el rosario de la Virgen del Carmen. Ella entenderá que si no voy es para que no me vayan a subir al carro de la basura… Ve, por cierto. 

  • – Humbertico, mi amor, venga para acá, cosita linda, mi jarabito para la toz, mi hijo amado.
  • – Ehh ¿ya qué va a pedir?
  • – No se les puede consentir a estos vergajos. ¡Saque la basura, patirrajado! 

Ahora estaba pensando, bueno, en realidad desde la semana pasada, en los regalos que me van a dar mañana por mi fecha de aniversario, mejor dicho, estoy más excitada que la noche de bodas, cuando mi marido no era el remedo de hombre que es ahora. Yo quiero un paquetico de cremas que vi lo más de querido en la revista de Yambal, pero no sé si mi familia lo haya notado. Pues yo dejo la revista abierta en la misma página, en varios lugares de la casa, y digo como quien no quiere la cosa:

  • ¿Se imagina cómo me sentarían de bien esas cremitas a mí? Es que estoy vuelta nada, el trabajo en la casa, cuidar esta familia… Yo sí digo que cuando yo me muera pueden hacer unas carteras de piel de cocodrilo con estos cueros que tengo. 

Ojalá lo hayan notado. Mañana les cuento bien cómo me fue en mi día. 

  

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