Capítulo 12: Familia que discute unida, permanece unida

Casi me toca metéme una tusa para que se me parara la diarrea tan horrible que tenía. Aunque lo peor eran los olores que dejaba en la casa todo el día. Y todos sacaban excusas para poder irse. Hasta mi mamá dijo que tenía una reunión de sus amigas del colegio. Ni siquiera existe ya el colegio, existirán las amigas. 

Estuve averiguando cómo hacer para sacar de la comisaría al engendro ese que tengo como marido y se me terminaron de subir los calores. Me cobran un platal por dejarlo salir, o le toca pagar unos meses en la guandoca si se declara insolvente. No sé muy bien qué hacer, porque para sacarlo me tocaría vender hasta la cama del perro, y sino lo saco, me tocaría ponerme a hacer la calle porque el único sueldito que entra en esta casa es el de él. 

Nos arrejuntamos todos para tomar una decisión, pero desde las plenarias del Congreso de nuestra adorada República, no veía yo una reunión tan patética como la de mi familia. La niña estaba esperando a que empezara un programa ahí de muchachitas babosas y creídas que caminan como con un chicle en el culo. Humbertico pegado del celular, que ese desde que tiene uso de razón, o está pegado del celular o de su aparato. Aunque yo estoy segura que mis muchachitos son vírgenes. Mi mamá no había terminado de cenar, desde las 8:00 p.m. le serví ese platico de lentejas, eran las 10:00 p.m. y le faltaba más de la mitad. Citica. Coge lenteja por lenteja y en el tembleque de llevársela hasta la boca, se le vuelve a caer al plato.

La reunión había empezado, los cuatro nos miramos con desdén, el televisor se quedó callado, el gato no se movió, el grifo dejó de gotear, la lámpara redujo su luz y mi mamá estornudó dejando salir por sus labios la caja de dientes. Nos volvimos a mirar.

  •           Bueno, ¿qué vamos a hacer con el viejo? –preguntó Camilita-.
  •           Para eso mismo estamos acá reunidos en solemnidad. –le dije yo-.

 

Estuvimos hablando por un rato, hasta que empezó el programa ese de la niña y nos echó de la sala. Esta familia nunca se ha caracterizado por saber tomar decisiones, pero ayer si fue terrible. Peleamos, alegamos… mi mamá votó porque lo dejáramos fuera de la casa, lo amenazó por convivencia, insalubridad, guachería y patanería. Yo secundé esa moción, y Humbertico también. Pero Camilita dijo que si el papá se iba de la casa, ella no tenía nada más qué hacer allá. Nos volvimos a agarrar y por mero amor económico decidimos sacarlo de prisión. Somos una familia que se quiere mucho. 

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