Capítulo 11: ¡Salve frisoles, mazamorra y arepa!

Ayer cuando estaba llegando a la comisaría donde tienen metido al viejo, se me empezó a revolver el estómago, qué cosa tan horrible. Casi me cago en los calzones. Me metí a una cantina, y el baño era de moneda de 500 y yo que ando siempre sin menuda encima (Puro billete grueso, de 1 000). Vieran el lío para pasar por encima de los borrachos y que el cantinero me cambiara un billete de 5000 por monedas. Para acabarle de ajustar a la urgencia, el caballero entendió mal y me menudeó todo el billete. Yo estaba encartada con ese monederío y como llevaba el bolso de flores, el grande, había aprovechado para meter de todo ahí. Casi se me cae el hombro por ese peso tan horrible ¡Más las monedas! A mí me parece que me estoy inclinando para la derecha al caminar. El caso es que al fin pude entrar al baño y hacer mis necesidades, pero le pegué una aromatizada a ese lugar, que salí con la cara metida entre la bolsa de los panes. Qué pena.

Tuvo que ser ese calentado que me comí en el desayuno, pero no sé por qué, si era algo livianito, para empezar el día. Un chicharroncito, frisolitos, tajadas de maduro, arepa, huevito revuelvo, carne molida y una taza de chocolate, pero de ese light, porque estoy jodida del azúcar y el colesterol. Todavía estoy maluquita, ahora me comí una tazada de mazamorra y no me había terminado de comer la panela raspada, cuando ya estaban los maicitos pujando para salir. Qué pesar. Lástima que los tuviera tan poco tiempo en el estómago.

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