Dedicado a mi amigo y notable anfitrión: Massimiliano Montini
I
Tuve la oportunidad de conocer la encantadora ciudad de Siena hace poco, esto gracias a las bondades de mi trabajo como docente y académico. Primero debo confesar que siempre que fantaseaba acerca de cómo sería la Toscana italiana mis imágenes se remitían a la obra fílmica de Pier Paolo Pasolini, puntualmente en su representación del Decamerón de Boccaccio, y creaba en mi mente una tierra llena de colores y arabescos donde los tonos ocre terrosos y oscuros predominaban, en casas apeñuscadas de forma asimétrica y con laberintos por calles. Pensaba también en la Siena de Federigo Tozzi (1883-1920) y su idea de que el estado de ánimo es fundamental para comprender una ciudad (lo mismo podría decirse para una canción, un artista o una banda), de este modo las ciudades se pueden “leer” y cada lectura dependerá de nuestras emociones y prejuicios. Recordaba también que Tozzi en sus obras ilustraba una postura realista en la que muestra cómo el ser humano es incapaz de adaptarse a la realidad, lo que desencadena finalmente una sensación de ineptitud y una profunda insatisfacción con lo que se es; se trata de un signo de la fatalidad contemporánea que Hesse supo expresar de manera magnífica en su Lobo Estepario. La obra del italiano es un ejemplo de la exaltación de la realidad, en ocasiones psicodélica, que conlleva a una reflexión sobre lo insignificante que es el ser humano frente al mundo y la historia a la que se enfrenta; así las cosas, lo único que queda es tratar de comprender el limitado espacio donde se vive, anulando así cualquier pretensión de universalidad emancipadora. Asistimos entonces a la obra de Tozzi en la que se presenta un ser humano parroquial, entendible sólo desde su espacio de desarrollo, por tal motivo Tozzi siempre profundizó en su hábitat: Siena (Roma, en su obra “Los Egoístas”). Todos tenemos nuestra “Bucaramanga” como resultado de una construcción individual marcada por las experiencias y anhelos la ciudad nos ha dado, somos lo que somos desde nuestra Bucaramanga (o cualquier otra ciudad), así, Tozzi escribe en “Con los ojos cerrados” (1913):
“Estaba días enteros, sólo; en casa; mirando con la cara contra los vidrios, el sutil rectangular azul entre los techados. Aquel azul tonto, así lejano, le daba cólera. […] Y entonces sentía el vacío de aquella soledad recluida en uno de los más antiguos palacios de Siena, totalmente deshabitado, con la torre trunca sobre el tétrico Arco de los Rossi; en medio de las casas obscuras e inertes, una apretada a la otra, con blasones esculpidos que nadie conocía más, de familias desaparecidas.”
Esta es la Siena de Tozzi, o mejor, esta es la lectura de Siena de Tozzi. Quería comprobar entonces si estas imágenes que habitaban mi mente coincidían con mi experiencia en Siena, experiencia que se prolongaría por tres semanas como Profesor invitado de hermenéutica del derecho a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Siena.
II
Llegué a Siena un martes en la mañana, después de tomar un bus en Florencia que tardó poco más de una hora. Aún la primavera no había llegado del todo a esta región, por lo que el frío dominaba el ambiente pese a que existían momentos del día con un sol brillante y una claridad en el cielo asombrosa. A medida que me acercaba a Siena se podía ver su imponente estructura: su Domo, la Torre de Mangia y la Basílica de San Doménico, y una vez descendí del bus se presentó ante mí una ciudad pequeña pero imponente. Partí de una plaza que me adentró en innumerables calles angostas y confusas de lozas gastadas, grises y frías, calles llenas de arcos llamativos, de fachadas vencidas por el tiempo pero aún de pie y con cicatrices artesanales para reparar su deterioro, innumerables iglesias e imágenes en los muros, imágenes que llamaron mi atención, imágenes que anunciaban rivalidades, divisiones e historia; pese a todo no había calidez aún en esos parajes. Tenía la sensación de caminar por una ciudad hosca y áspera, indolente ante sus habitantes.
A medida que pasaban los días me fui perdiendo en la historia, los colores y las emociones de Siena. De esa imagen inicial, de esa primera lectura (para recordar a Tozzi) marcada por la indolencia de una ciudad vetusta y sin nada más que ofrecer que laberintos angostos, pasé a una relación de indagación que me llevó a entender las raíces sienesas y su encanto. Cada calle recorrida era un paseo por las rivalidades del Palio: la legendaria y centenaria competencia de caballos, la más extraordinaria del mundo, donde las 17 contradas (barrios) de Siena se juegan su honor e historia cada año en Julio 2 (en honor a la Virgen de Provenzano) y Agosto 16 (en honor a la Virgen de la Asunción). De las 17 contradas sólo 10 participan en la carrera, esas 10 se eligen por sorteo, así, el año que sigue corren las 7 restantes que no salieron favorecidas y tres más (de nuevo, por sorteo elegidas). Para entender esta ancestral y maravillosa tradición hay que leer en clave de sacralidad y pasión la simbología de pertenecer a una contrada, cada una de ellas representada por seres u objetos emblemáticos: una oca, un unicornio, un puercoespín, un carnero, una concha o una torre sobre un elefante, entre otros. Cada miembro de una contrada lo es desde su nacimiento y sigue la línea de su familia, en ocasiones la rivalidad es tan grande que, como en Romeo y Julieta de Shakespeare, es imposible que dos miembros de contradas rivales se relacionen entre sí. Al final del imponente y tenso Palio, la barriada ganadora celebra toda la noche, su caballo es paseado y llevado a la Iglesia de la contrada para ser ovacionado en un frenesí inolvidable. Fue aquí donde descubrí los colores y la verdadera pasión de Siena, y aquella ciudad incipiente al inicio, se volvió hacia mí con una cantidad variopinta de símbolos, colores, historias, anécdotas, sabores y recuerdos. Siena es una ciudad que se abre a quién quiere conocer su historia desde la pasión local, desde lo parroquial, desde aquello que la hace única frente a la universalidad que no admite comparación. Hay que vivir Siena en clave de contrada.
A medida que recorría las calles y me adentraba en las contradas (por donde estaba ubicado el hotel donde me acomodé, decidí que “mi contrada” sería Valdimontone -el carnero- cuyos colores son el blanco, amarillo y rojo) los colores y las imágenes me recordaban a Pasolini y su cinta, me recordaban a Tozzi y su visión de la realidad parroquial. Siena ahora era inagotable, se ofrecía de forma infinita a mí; la mezquindad quedó atrás y el temor de no poder absorber todo el universo sienés me asechaba. Cada esquina, cada fuente, cada imagen me llenaba de colores, historias, jerarquías y datos. Pensé entonces que es increíble cómo una ciudad tan pequeña fuese tan profunda y compleja. Al final entendí que la clave está en los colores, Siena los tiene todos: el azul del mar que resalta en la contrada de la Onda, el rojo y amarillo intenso de la contrada Valdimontone (Valle del carnero), el elegante negro y rojo de la contrada Civeta (lechuza), y así. Todos los miembros de las contradas viven de sus colores, viven de su espacio en la ciudad, de sus rivales y amigos, Siena es una mezcla y lucha de colores, pero un color predomina: el ocre del Tufo, el color de la tierra con que se cubre la pista en la que se corre el Palio, sobre el tufo se construye Siena.
III
En el 2017 también tuve la fortuna de conocer Suecia, permanecí poco más de una semana en Uppsala y Estocolmo asistiendo como invitado a un seminario sobre filosofía en la Universidad de Uppsala. Debo decir que los colores de esta parte del mundo no son tan vibrantes como los de Siena, pero ello no implica que los parajes escandinavos carezcan de encanto y belleza, simplemente son tonos distintos, para un estado de ánimo distinto. Para mí, Uppsala, citando a Taylor Colerdige (y a Iron Maiden), era como un “barco pintado en un océano pintado”, era azul, azul estático. Pero pese a mi impresión de Suecia, o al menos de una parte de ella, recordé a Siena (aún sin conocerla) estando en Uppsala, me refiero a que lejos de pensar en ABBA (que confieso es una de mis bandas favoritas de todos los tiempos), pensé en Siena Root, una muy buena banda de Rock, que recomiendo escuchen sin reservas.
Siena Root es una agrupación con un espectro musical variado y colorido que cobró vida en Estocolmo a finales de los años 90 y hoy es considerada una de las bandas suecas pioneras en la música rock de la vieja escuela. Su música tiene un aire al blues que transita al rock clásico con canciones como “Rasayana”, “Good and Bad”, “Between the lines” o “We are them”.
Siena Root se caracteriza por sus presentaciones en vivo, llenas de color,
teatralidad y sorpresas. Una apuesta por la pasión y la energía que rara vez se
esperaría de una banda sueca distinta del Black Metal. La banda es un claro
ejemplo del Rock and Roll clásico sin mayores pretensiones que emocionar los
sentidos.
El nombre de la banda, según sus integrantes, se debe a los colores de Siena, esos mismos que a mí me fascinaron, y que inspiraron a unos rockeros suecos que vieron en esta ciudad italiana la raíz de su música ¿por qué la raíz de Siena? Quizás porque el blues es azul, el hard rock es negro y el reggae es de color panafricano, esta mezcla son los colores de Siena y el Palio, todo esto bajo un color cálido, originario de las raíces fangosas de la tierra como el tufo. Debido a que este sonido tiene raíces profundas, también era natural dejar que la raíz formara parte del nombre de la banda. Así como en cada Palio hay una mezcla frenética de colores y pasiones, en cada tema de Siena Root hay una escala de sensaciones tan puras que es imposible no asociar su música con la esencia del Rock: las emociones más puras de cada persona.
Este es mi homenaje a una ciudad que me maravilló y a una banda que también fue atrapada por la magia sienesa. Siena es un estado de ánimo, es una canción, es un himno del Rock and Roll bien hecho accesible sólo para aquellos que deseen perderse en la pasión de la historia y la cotidianidad.
3 comentarios
Tiene su articulo un equilibrio muy interesante, sensibilidad e información, que abre el mundo a las expectativas de la búsqueda y el conocimiento, gracias por compartir instruir e inspirar… queremos rock……
Autor
Muchas gracias por sus palabras. Abrazo.
Que buen post! Siena es una de mis ciudades favoritas y volveré por segunda vez con ansias este verano. Aunque vivo hace unos años en Gotemburgo, Suecia, no conocía a Siena Root pero ya he escuchado varios temas y está genial. Gracias por compartir y esparcir cultura. Saludos.