Vita Sackville-West, la musa de Virignia Woolf
Hoy, en los 134 años del nacimiento de Virginia Woolf, recordamos la gran influencia que su musa, Vita Sackville-West tuvo en su obra y en sus anhelos.
Si Virginia Woolf anheló la libertad que nunca tuvo y que solo pudo presentir en Bloomsbury, fue gracias a que un 22 de diciembre de 1922, conoció a la aristócrata Vita Sackville-West. El encuentro fue impactante para ambas, pero los gustos se entrecruzaron al principio. «Darling, I have quite lost my heart», escribiría Vita en su diario, mientras que Virginia no le encontró mayor actractivo.
La admiración de Vita Sackville-West por la inteligencia aguda y viperina de Virginia Woolf fue determinante en la relación, ya que como avezada conquistadora, la primera encontró un gran reto en conquistar una mente tan brillante. Con el tiempo, la perosnalidad de Vita fue la que causó gran mella en la que años después se convertiría en una de las más importantes escritoras del siglo XX.
Una de las características de Vita que más atrajeron a Virginia fue la capacidad de la primera de llenar 25 páginas –más o menos- cada vez que se sentaba a escribir. Mientras que Virginia escribía muy poco y era muy distraída.
Vita era todo lo contrario. No dedicaba su vida a escribir, más bien era un pasatiempo. Y viajaba, se divertía, disfrutaba del sexo con sus amantes –todas mujeres- y de vez en cuando con su esposo, que también tenía relacioneshomosexuales. Una matrimonio, al fin de cuentas, como escribiría su hijo Nigel unos 30 años después (con la obra Retrato de un matrimonio).
Pinche para leer: Retrato de un matrimonio, de Nigel Nicolson.
Otra de las características que inspiraron a Virginia Woolf fue el travestismo -no tan oculto- de Vita Sackville-West.
En la época en que Vita lo hizo no era común y significaba un desafió al estereotipo heterosexual. Me refiero específicamente a su caso. Se puede inferir que se trataba de una reivindicación al género y no de una simple salida fácil para pasear. Hubo otro caso antes, públicamente conocido y también en las letras: George Sand, en el siglo diecinueve. George Sand (Audre Dupin) no era lesbiana, su único interés era demostrar que las reglas sociales no hacen a un hombre o a una mujer. En el siglo veinte Marlene Dietrich haría lo mismo.
En un artículo escrito para la revista Actualidad Psicológica en un número dedicado a Homosexualidad. Travestismo. Transexualismo, del año 2000 se afirma que “leyendo la Autobiografía sobre Vita Sackville-West, y sin quedarse en el contenido manifiesto de sus palabras (…) podemos inferir que si Vita se disfrazaba de varón no lo hacía porque creyese ser uno de ellos sino como una forma de legitimar su lesbianismo. A Vita, entre otras cosas, vestirse de varón la autorizaba a entrar del brazo de Violet a un hotel sin tener que simular que fuesen amigas. En la Inglaterra de Sackville-West era muy común que las mujeres, cuando querían hacer algo que solamente estaba autorizado para los varones – enamorarse de una mujer, escribir, ganar dinero – se vistieran como ellos”.
Aquel desafío a las normas sociales y el amor no correspondido -nunca lo fue, en realidad- de Virginia Woolf hacia su más grande musa -no fue la única que tuvo aunque no será difícil saberlo a ciencia cierta debido a que Leonard Woolf destruyó gran parte de los diarios de su famosa esposa-, inspiró a una de las más celebradas, revolucionarias y estéticamente geniales obras escritas -y firmadas- por una mujer: Orlando, considerada la más bella carta de amor de todos los tiempos.
Pinche para ver conocer la historia de Orlando.
Porque el amor transgresor e incorrecto inspira el arte. Feliz natalicio Virginia Woolf.
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Un grupo de Mariposas listas para volar al atardecer. Y mientras tanto, apreciando un poco de arte de aquí y de allá.
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