Transitar por las calles de una ciudad es una buena forma de conocer el tipo de ciudadanos que la habita. El comportamiento en el espacio público demuestra los valores cívicos de la población, el sentido de pertenencia por los lugares que domina y la educación hacia sus coterráneos. En Bucaramanga, por ejemplo, ser peatón o conductor es una experiencia poco placentera –frustrante si se quiere- pues no existe el más mínimo sentido de colectividad en el espacio público y prevalece la ley del más fuerte. A continuación, analizaremos en qué consiste la cultura ciudadana, la importancia de esta en el desarrollo urbanístico de las ciudades, revisaremos las causas de la mala cultura y cómo se puede crear este vínculo entre el espacio y la sociedad.
La cultura ciudadana esta vista como el conjunto de conductas, valores, actitudes e incluso percepciones que comparten los miembros de una sociedad, en otras palabras, es la educación que cada individuo refleja en su cotidianidad en el espacio que comparte con otros. Socialmente, estos valores son puestos en evidencia en los bienes públicos que constituyen la ciudad; calles, andenes, parques, plazas, etc. son el escenario de visualización cultural.
¿Pero qué le aporta la cultura ciudadana al desarrollo urbanístico de las ciudades? Pues bien, partiendo de que cualquier intervención gubernamental o privada está direccionada a la interacción de los ciudadanos con el espacio físico, si los usuarios no emplean debidamente los bienes públicos, ninguna implementación urbana causará efectos positivos. Es decir, no se puede pedir a los entes municipales capacidad de acción, si los habitantes del territorio no se comportan a la altura de dichas medidas; ante esto los efectos negativos no se hacen esperar. ¡La mala cultura cívica involuciona las ciudades!
Enfocándonos en la raíz del problema cultural y cívico podemos identificar tres causas principales. La primera es que los sectores educativos están educando personas para ser empleados y no para ser ciudadanos. La globalización y la competitividad como base del sistema laboral –y por ende de subsistencia- ha absorbido todo intento de educación integral, por lo tanto, nos importa más la hiperespecialización en nuestro campo laboral, que los patrones de comportamiento que exponemos en nuestra sociedad. La segunda causa es la prevalencia del interés individual sobre el colectivo. Parquearse al costado de una vía –inclusive si es por “cinco minuticos”- evidencia claramente que prima mi comodidad por sobre las consecuencias negativas que pueda estar causando a los demás vehículos que transitan por esa calle. Esta cultura egocéntrica y poco tolerante echa a pique cualquier intento gubernamental de poner orden al tránsito vial de una ciudad por poner un ejemplo. Y la tercera causa aparente es la falta de sentido de pertenencia por el espacio que habitamos. Botar basura a la calle y dañar los bienes públicos evidencia que nos importa muy poco el estado en el que esté nuestra ciudad y que no asumimos la responsabilidad de habitar ese territorio.
Identificadas algunas causas de la problemática, se hace necesario que junto al planteamiento de políticas públicas que mejoren el espacio de las ciudades, las entidades gubernamentales también destinen recursos y esfuerzo a la pedagogía urbana. Entender que el ámbito físico está estrechamente ligado al social, lleva a que el desarrollo urbanístico tenga unas bases más sólidas y verdaderamente evolucione; planificar las ciudades con una participación ciudadana realmente incidente ayuda a mejorar el sentido de pertenencia social con respecto al territorio.
Por parte de la ciudadanía primero debe existir una autocrítica. Ser conscientes de que nuestras malas conductas nos afectan a todos como ciudad empieza a generar una responsabilidad compartida y colectiva que guía nuestro proceder en el espacio público. Asimismo, es importante no perder la solidaridad debido al caos urbano. Ceder el paso mientras conducimos, darle prioridad al peatón como transeúnte más vulnerable, no parquearse a los costados de las vías, no botar basura en las calles y otro sinnúmero de buenas acciones, hacen la diferencia para crear ciudades con mejores condiciones de vida. No necesitamos policías en cada esquina, necesitamos pensamiento colectivo y consciencia de cambio.
2 comentarios
Todas las comunidades de una ciudad tienen una cultura y la nuestra es así, egoísta, poco solidaria, desordenada, sin autoregulación, ni convicción, ni sanción social y donde prima el temor a la sanción legal, entre otros.
En el caso de Bucaramanga esto pasa porque no nos hemos dado a la tarea de buscar las causas de ello. Distintos gobiernos solo han desarrollado proyectos aislados sin propósitos de transformar la cultura a algo más acorde con lo que la ciudad, sus ciudadanos necesitamos.
Quiza debamos empezar a hablar de Pedagogía Ciudadana como lo mencionan en alguna parte de su escrito, pues sí tenemos una cultura ciudadana que expresa nuestra falta de sentido de pertenencia por la ciudad y nuestra falta de respeto por los otros.
Nota : hace un año escucho hablar de un laboratorio de cultura ciudadana para el AMB y Barrancabermeja, con un valornde 18mil millones de pesos… Algune sabe en que va eso? Escribí sobre eso en http://alvaro-vecino.blogspot.com/2020/01/cultura-ciudadana.html?m=1
Autor
Álvaro gracias por interesarse en nuestro blog y compartir el suyo, lo leeremos con detenimiento. Efectivamente se necesita una inyección de recursos en pedagogía urbana para cambiar los patrones de comportamiento aferrados a nuestra cultura.