Alguna vez escuché hablar sobre la diferencia entre ver y observar. En términos sencillos está en la capacidad para fijar la mirada, identificar los detalles e interpretar lo que vemos. El observar detenidamente nos permite sorprendernos con lo cotidiano, con lo cercano o con lo sencillo. Se trata de agudizar la capacidad para comprender situaciones en general, sin embargo, hay que tener cuidado cuando a ella se le suma un poco de curiosidad ociosa pues ‘podríamos encontrar algo que no se nos ha perdido’. Esta es la base para la historia de suspenso en La ventana indiscreta (1954), de Alfred Hitchcock, la cual abrió el ciclo de cine para obsesivos compulsivos en los teatros del país.
Jeff (Jimmy Stewart) es un fotógrafo de reportería a quien le toca quedarse en su apartamento un buen tiempo porque se fracturó una pierna en un trabajo. Su única distracción es mirar por la ventana a los vecinos del edificio de enfrente mientras termina su recuperación. Todo parece rutinario en ese acalorado verano hasta que en una madrugada de desvelo nota que el veterano vendedor de joyas del apartamento de enfrente sale con una maleta en medio de la lluvia. El señor regresa y minutos más tarde vuelve a salir.
Jeff toma su cámara con un poderoso lente para hacerle seguimiento y ahí es cuando una mente curiosa y un ojo afinado imaginan lo que podría ser un asesinato. Al comienzo ni su novia Lisa interpretada por la hermosa Grace Kelly ni su enfermera (Thelma Ritter) le creen sus conjeturas, hasta que ellas mismas dejan de ver y se detienen a observar dándose cuenta que lo que dice Jeff podría ser cierto y deciden ayudarlo, torpemente, a resolver la duda.
Hitchcock sabía que el suspenso en cine consiste en dejar buena parte a la imaginación del espectador, por eso en esta película nos deja sólo un punto de vista: el del fotógrafo en silla de ruedas. Eso nos limita la interpretación y deja dudas en nuestras afirmaciones. A veces estamos de parte de Jeff convencidos que se cometió un asesinato y a veces le damos la razón a sus allegados quienes piensan que el desocupado hombre debe volver a su trabajo para que deje de inventar cosas o en su defecto casarse con Lisa quien se encuentra bastante interesada.
Debe haber algo de voyerista para ser artista y evidentemente Hitchcock lo era, aunque un poco fuera de lo común, morboso sería a palabra. Incluso actrices que estuvieron en sus rodajes como Tippi Hendren afirmaba que el hombre la espiaba a través de orificios ocultos en la pared de su camerino, hasta el punto de llegar a sentir un acecho peligroso. La angustia de Hendren la pudimos ver en The girl, coproducción entre la BBC y HBO, donde no se niega la maestría del director inglés, aunque si la matiza por su comportamiento enfermizo.
«Ahí es cuando una mente curiosa y un ojo afinado imaginan lo que podría ser un asesinato»
La ventana indiscreta se rodó en uno de los estudios de la Paramount Pictures dentro del cual se construyó un edificio de cinco pisos con treinta y un apartamentos, ocho de ellos completamente amoblados. Además, desde la perspectiva del apartamento de Jeff se divisa un callejón, una calle al fondo y una cafetería cruzando esa calle.
Pero no sólo están a nuestra vista los decorados; el inclemente verano hace que los inquilinos tengan sus ventanas y cortinas abiertas, brindándonos una gama amplia de esta clase media neoyorquina: por ejemplo, está la hermosa bailarina quien cada noche recibe amigos bien vestidos, el pianista creativo y fiestero, la pareja que baja al primer piso a su pequeño perro en una canasta, la mujer del primer piso que habla sola, la que sale a broncearse y la pareja motivo de la sospecha.
Charles Chaplin contaba que cuando niño se quedaron una temporada encerrados con su madre en el pequeño apartamento londinense donde vivían y la única distracción posible era mirar por la ventana a la gente que pasaba. El juego consistía en decir cuáles eran sus trabajos, si tenían familia o no, su personalidad y su forma de pensar, todo según su aspecto, forma de caminar, traje y otros elementos. Luego los imitaban exagerando sus movimientos en un ejercicio divertido para el pequeño Chaplin y muy útil cuando se convirtió en el gran creador de personajes e historias cinematográficas.
Si algunas cosas nos quedan dando vueltas en la cabeza después de ver La Ventana indiscreta, son las relacionadas con las consecuencias de tener un sólo punto de vista. Jeff no podía desplazarse para investigar un poco, escuchar a otros vecinos y comprobar si la mujer del vendedor había salido de vacaciones o simplemente se había separado del hombre.
Ni siquiera tenía televisor para que se distrajera… aunque el tenerlo no garantiza que se formará una mirada compleja de la vida pues por lo general el enfoque de los canales es muy parecido y la percepción de la realidad queda supeditada a lo que nos dicen los noticieros. Lo mismo pasa en radio. Si en las diez emisoras de un dial emiten el mismo tipo de música, nuestra visión de la realidad se distorsiona, nos volvemos excluyentes e ignorantes y las consecuencias de una mirada así pueden afectar a la armonía de la sociedad.
Se podría decir que Jeff es un chismoso pues se mete en la vida privada de los demás, o que es un gran ciudadano por estar interesado en la convivencia pacífica de su vecindario, eso lo tendrán que definir ustedes en este ciclo de cine para obsesivos compulsivos (abril – mayo 2019) que incluye otros títulos de Hitchcock remasterizados, como: Vértigo, Con la muerte en los talones, Psicosis y Los pájaros.
Ver en Youtube: Cómo se hizo La ventana indiscreta