De niños es común sentir miedo a la oscuridad, a dormir solos, a lo desconocido o a otras cosas que con el paso de los años nos parecen manejables. Temores que para esa época parecerían de vida o muerte así no lo sean. Sin embargo, para un grupo de niños del extraño pueblo de Derry en Maine esos miedos dejarán de ser producto de su imaginación para convertirse en una pesadilla real en forma de payaso, al que sólo nombran como IT, Eso.
La esperada versión moderna del payaso aterrador Pennywise llegó en el 2017 cargada de efectos especiales, así como de referencias a películas y series de suspenso recordadas particularmente por quienes vivimos la década de los 80 como Los Gonnies, ET y actualmente las series Strangers Things y American horror story con la cual comparte villanos disfrazados de payasos.
Eso quiere decir, que nuevamente tenemos un grupo de niños en un pueblo alejado de los grandes centros urbanísticos enfrentando sus temores o dejándose consumir por ellos. El mismo director en una de las escenas iniciales nos deja una pista del tono a seguir, cuando los niños pasan por el lado de un teatro y la película anunciada en la marquesina es, Pesadilla sin fin (1984), la misma en la que Freddy Krueger se le aparece en sueños a un grupo de jóvenes de Elm Street haciendo fatal ese momento.
La cuestión con Pennywise es que no sabemos cómo se convirtió en el centro del temor para los habitantes de Derry, por qué ataca a esos niños en particular y cuál es su historia. Algunos seguidores de los libros del legendario Stephen King en la cual se basó la película comentan que habría que esperar la segunda parte, que desde ya está anunciada, para responder esos interrogantes.
King es un experto en potenciar esos temores pero no en explicarlos, como ya lo vimos en cintas como El Resplandor (Kubrick 1980), La Niebla (2007) Cementerio maldito (1989), Carry (De Palma 1976) y Misery (1990). Ahí está el origen de estas historias y las que muchos de nosotros hemos vivido, en intentar dar una explicación extrasensorial a los hechos que nos dan temor.
Como cuando una puerta se mueve y estamos en casa solos; no se nos ocurre pensar que el viento la pudo empujar o que algún tornillo se le aflojó o simplemente dejarlo en un misterio por resolver, resulta que la mayoría de las veces la solución es darle una explicación sobrenatural: ‘la puerta se movió porque ‘seguro’ un espanto lo hizo’, y ahí comienza el pensamiento mítico a hacer de las suyas.
Como narración, literatura o cine los mitos son fabulosos, la imaginación vuela y las emociones fluyen pero tomarlos como verdad absoluta es realmente perjudicial para la salud mental y física como le sucede a la mayoría de los personajes en It.
El filme lo dirigió el argentino Andrés Muschietti, quien animó el género de terror con su película ‘Mama’ (2013), cuyos recursos efectistas repite en It: con la música estridente constante y los movimientos rápidos y erráticos de sus personajes protagónicos lo que vuelve un tanto predecible el momento aterrador. Lo otro, es que la animación digital saturada hace que ya no sea una película de suspenso como la serie original sino una mezcla de Allien el octavo pasajero con Gacy el payaso asesino.
En el papel del perverso payaso está Bill Skarsgard quien viene de una familia de destacados actores suecos pero que en esta ocasión también queda atrapado en un par de gestos debajo de la capa de maquillaje físico y digital.
A pesar de esto la taquilla funcionó bastante bien pues la agencia Reuters informó que ya se convirtió en record para las películas de terror con 117,2 millones de dólares en 4.103 salas estadounidenses en el primer fin de semana, superando por amplio margen las expectativas más optimistas teniendo en cuenta que se invirtieron 35 millones de dólares.
Además de Pennywise hay una fuente aterradora en la historia que no se explora a profundidad, pero ahí está y proviene de las acciones de los adultos: papás pedófilos, mujeres fanáticas, policías corruptos, jóvenes violentos en exceso y en términos generales un poco de ignorantes con cierto poder.
Meter miedo le sirve a algunos autoritarios para ‘dominar’ a los niños: “tómate la sopa o vendrá el Coco, o el diablo si haces algo malo”, con el consiguiente trauma. Lo grave es cuando los adultos se siguen dejando asustar por este o cualquier otro tema que solo le da poder a quien lo pregona, si nosotros lo consentimos.
El sádico monstruo materializado en forma de payaso se alimenta del miedo individual, que para los niños de la llamada “pandilla de los perdedores” es representado de diferentes formas: unas luces en la oscuridad, un cuadro feo, un padre acosador o un hermano perdido y fobias a los gérmenes.
Lo que nos mantendrá en la silla es la duda si estos niños maltratados son capaces de transformar ese temor en otra emoción que los impulse a ganarle a Pennywise o por lo menos a ahuyentarlo, pues como sucede con otros espectros cinematográficos como Jason de Martes 13, Freddy Kruger de Pesadilla sin fin, Michael Myers de Halloween o el hombre del gancho en Se lo que hicieron el verano pasado, seguramente aparecerá otra vez pues el temor es irracional y el dinero que produce es enorme.