El 13 de noviembre de 1985 a las 9:09 de la noche hizo erupción el volcán nevado del Ruíz ocasionando una de las tragedias más dolorosas de la historia colombiana, pues la avalancha de agua y lodo como consecuencia del acto volcánico cubrió a la población de Armero llevándose consigo la vida de aproximadamente 23000 mil personas; el director de cine Christian Mantilla escogió una de esas historias de vida para llevarlas a la gran pantalla.
Para nosotros los colombianos este fue un momento de quiebre en nuestra sensibilidad colectiva, algo similar a lo que vivieron los estadounidenses con el ataque a las Torres gemelas en el 2001.
Los que tenemos suficiente edad asociamos dicha noticia con alguna actividad que realizábamos: recuerdo que mi padre me llevaba al colegio en el carro temprano en la mañana y Yamith Amat en Caracol radio le preguntaba al piloto que sobrevolaba la zona lo qué veía, el hombre después de pensarlo un rato contestó nada, el periodista contra preguntó:
- ¿Cómo que nada?
- Pues es que donde debería estar el pueblo sólo hay barro
Esta anécdota la traigo a colación porque al igual que yo es probable que miles de colombianos tengan una película propia en la cabeza con los detalles que sucedieron esa noche en Armero y los meses previos a su desaparición.
De por si, alguien le comentó al director al final de la noche de estreno, que se llevó a cabo en la novena versión del Festival Internacional de Cine de Santander FICS, que él creía que la película iba a ser otra cosa, más centrada en la tragedia y en sus consecuencias a lo cual contestó Christian que si bien esa era una posibilidad, no quería contar más hechos de muerte sino hechos de vida en medio de una calamidad de grandes proporciones.
Cuando buscamos en internet por la «tragedia de Armero» la primera imagen que aparece en medio de un pequeño pozo es la de la niña Omaira atrapada en escombros luchando por sobrevivir, ella se convirtió en los ojos y el alma del pueblo, pero también en un doloroso recuerdo de impotencia frente a la magnitud de lo sucedido.
Y aunque aparece en un momento especial en la película no tiene un rol protagónico pues la intensión no era acercarse al desastre desde la frustración sino desde la esperanza como lo comentó Mantilla, quien además de la dirección hizo el guion, la fotografía, la producción y el montaje.
Es por eso que la historia que ustedes verán cuando se estrene en salas comerciales en el mes de septiembre de 2017, recordará que en ese lugar sencillamente habían seres humanos con los problemas y satisfacciones de cualquiera de nosotros, con partidos de fútbol acompañados de unas “polas”, con amores de esquina, luchas por dar, proyectos en construcción y así miles de vidas que en un instante se vieron truncadas tanto por un desastre natural, como por la indiferencia, mediocridad y desidia de los que debían tomar acciones de prevención y evacuación de la zona antes de lo sucedido.
La realización de la película duró 6 años pues no contaban con grandes recursos y además los retos fueron creciendo en la medida en que se dieron cuenta que debían recrear dgjitalmente parte de ese momento que no quedó registrado en video. Recordemos que en los años 80 del siglo pasado no existían los celulares con cámara ni estaban tan desarrollados los sistemas electrónicos de seguridad en circuito cerrado.
Confieso que ese reto me daba cierto temor; no quería encontrarme con un género de acción lleno de efectos especiales poco creíbles. Pero en la medida que avanzaba la historia me di cuenta que no se trataba de eso sino de una bonita historia de amistad y amor cotidiano, por supuesto alterada por el desastre pero con un desenlace sorprendente. Efectos especiales hay y les comento que son sencillos, pero justos para hacernos sentir el impacto.
Los actores Benjamin Herrera y Yuliét Flórez nos hacen vivir la angustia de sus personajes porque no pueden tener un hijo, haciéndonos olvidar que Benjamín, ahora adulto, fue el popular «ramoncito» de la serie Dejémonos de vainas. El resto del elenco donde se encuentran varios santandereanos como Walter Ardila y Toto Vega acompañados por Nórida Rodríguez, Edgar Rojas, Aida Morales, Dámaris Esparza, Alejandro Buenaventura, Mauricio Figueroa, Humberto Arango, Jaime Serrano y Jenny Gabriela Silva complementan ese pequeño mundo cinematográfico de Armero.
Sólo encuentro reparos en que la música vaya de comienzo a fin, prácticamente, sin darnos respiro.
Tragedias como la de las Torres gemelas, la de Armero o la del Titanic pueden ser tratadas desde diferentes puntos de vista, Christian Mantilla optó desde la estructura narrativa por la misma que utilizó James Cameron con Titanic: en la que una sobreviviente recuerda sus travesías amorosas hasta que un enorme iceberg destruye el trasatlántico y su proyecto de vida, sólo que a la colombiana.
Una señora quien perdió a su familia en Armero y que siendo niña logro salir del barro estuvo en la premier, y el abrazo que le dio al joven director santandereano más los aplausos del auditorio de pie avalaron el esfuerzo, confirmando que es posible realizar un producto de entretenimiento, con visos artísticos, respetuoso con los afectados y los espectadores
Armero nos recuerda que más allá del frio dato de fallecidos hay seres humanos con pensamientos y sentimientos dignos de contar.