El teórico de las estructuras dramáticas exitosas en el cine Syd Field dice que entre los 15 a 20 minutos de comenzada una historia debería presentarse un punto de giro que cambie la cotidianidad del protagonista de tal manera que lo impulse a salir de su zona de ‘confort’ para vivir una aventura.
Cuando esto no se da es muy probable que empecemos a sentirnos incómodos, desorientados y hasta distraídos pues nada más ‘jarto’ que ver una sucesión de escenas sin saber que quiere el personaje principal.
Eso me pasó con Pacto Criminal, Black Mass (2015) dirigida por Scott Cooper y protagonizada por el versátil Johnny Depp la cual se mueve entre una crítica que no sabe si alabarla por mantener vivo el género de Suspenso policíaco o descartarla de la temporada de premios por su inconsistencia.
El estar basada en hechos reales no basta para atrapar a los espectadores, así la premisa sea atractiva como que un mafioso haya sido informante del FBI por más de una década pero el trato aparentemente sólo le sirva a él. No es suficiente porque el matón de la pantalla grande Jimmy «Whitey» Bulger no tiene un objetivo a seguir, simple y llanamente va expandiendo su negocio cobrando vidas sin ton ni son con la excusa de que son soplones de hechos que no nos muestran.
Por eso pasan situaciones como el asesinato de una prostituta o la de un empresario de Miami y personajes como su madre y su hijo sin peso para la historia, restando minutos valiosos que se pudieron aprovechar para contar cuál es la meta de Jimmy .
El agente del FBI John Conolly si cuenta con un arco dramático claro, se sabe cuál es su ambición y quién se le opone, es a él al que le pasan los nudos del segundo acto que deberían sucederle al mafioso y es él quien intentará superar las inminentes adversidades en el clímax de la historia antes de entrar al tercer acto donde se resuelve todo.
Es inevitable compararla con Los Infiltrados (2006) ganadora del Oscar dirigida por el experto en estos temas del crimen organizado Martin Scorsese en donde el aspirante a policía Billy Costigan (Di Caprio) si tiene una misión complicada que cumplir ante el mafioso irlandés Frank Costello interpretado por Jack Nicholson pero hay un infiltrado en la policía que hará lo que esté a su alcance para proteger al capo, una estructura sólida, que en el caso de Black Mass es difícil de encontrar.
Lo demás tiene que ver con que las actuaciones sean convincentes o no, la forma en que cinematográficamente se cuente y los recursos invertidos.
Desde ya se dice que este protagónico de Johnny Depp podría darle una nueva nominación al Oscar por su transformación física que a los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas les encantan y segundo porque se desliga de los extravagantes personajes de fantasía que suele interpretar para entregarnos un mafioso violento.
No es raro ver a Johnny Depp caracterizado con maquillaje o efectos especiales para darle vida a personajes sui géneris como el pirata Jack Sparrow, el Sombrerero Loco, Edward manos de tijeras o Willy Wonka el de la fábrica de chocolates, lo que sí es curioso es la transformación para parecerse a Jimmy Bulger, un irlandés blanco, con poco pelo y ojos claros.
En la película Enemigo Público (2009) Depp interpretó a un gánster utilizando su apariencia habitual sin generar mayor reconocimiento de la crítica o los espectadores, lo que confirmaría que al querido actor le quedan a su medida los papeles que impliquen cambios en su aspecto y un toque de anormalidad.
Joel Edgerton en la piel de John Connolly también podría clasificar para las nominaciones en papel secundario por su ambicioso agente del FBI y pare de contar pues se desperdiciaron actores de calidad como Benedict Cumberbach (El código enigma) Kevin Bacon recordado por Footloose y la mediática Dakota Jhonson de 50 sombras de Grey pues sus personajes carecen de fuerza y dirección.
Cuando se recrea cinematográficamente una biografía en muchos casos se narra la mayor cantidad de hechos que sucedieron intentando ser lo más fiel posible a la vida real del personaje sin darse cuenta que para eso están los documentales que si tienen una pretensión de validez. El cine no la tiene porque en esencia es ficción por eso al ir a ver una película basada en biografías lo que nos debe importar es la verosimilitud de lo que nos presenten utilizando los elementos necesarios para generar emociones en el espectador así no se ajusten totalmente a la versión de la vida ‘real’.
La estructura clásica en tres actos: presentación, desarrollo y desenlace, nos acerca a ese ideal con sus puntos de giro y nudos. La definió Aristóteles en el siglo IV a.c. para darle un orden y relevancia emocional a las obras del teatro griego. En el siglo XX fue perfeccionada por teóricos del cine y la dramaturgia como Joseph Campbell, Christopher Vogler, Robert McKee y Syd Field.
Sin importar si son tragedias o cualquier otro género la gran mayoría de obras que trascienden responden claramente a las tres preguntas básicas:
¿quién quiere algo? ¿qué es ese algo? y ¿qué se le opone?
Si hay dificultad para contestarlas es muy probable que el aburrimiento ronde la sala de cine como me sucedió con Pacto Criminal.