Capítulo 10: Tres muchachos en bola y yo sin marido

Anoche llovió toda la noche, qué cosa tan horrible. Eso no era otra cosa que una maldición de esas que relatan en la Biblia. Yo creí que se me iba a meter el granizo por las enaguas, y bueno, bien que me hubiera sentado eso hielito por allá. El caso es que se me inundó la cocina, la sala y el cuarto de mamá. Pobrecita, parecía un buzo con la manguera y la pipeta de oxígeno colgando. Yo salí gritando a ver quién podía ayudarme y de la pieza de Humbertico salieron tres muchachos, lo más de bizcochos todos, en unos calzoncitos chiquiticos y con el cuerpo sudado. Qué pesar, demás que se les subió la fiebre con esa helada tan horrible que nos golpea desde la semana pasada. Cogimos entre todos, empezamos a chicar el agua para la calle a punta de balde. Mi mamá estaba fascinada mirándoles el culo a los muchachos, y yo ahí medio volteaba, pero maluco hacerle pensar cosas a los jovencitos. Una siempre es una tentación para la juventud. Toda la experiencia que desbordan estos pechos es carne de cañón. 

Después de todo ese trajín, por fin nos pudimos acomodar a descansar. Yo en mi cama y los muchachos en la pieza de Humbertico, pero yo creo que lo afectó mucho la inundación, yo lo escuchaba como llorando, jadeando, muy maluco todo, pero como que los muchachos lo estaban consolando.

Ahora que fui a ver qué hacía de desayuno para toda esa recua vi que se me mojó toda la ropa que tenía extendida, ¡Y me entró una depresión! Como la semana pasada se me dañó la lavadora, y el técnico no ha podido venir (mi marido), estoy lavando a mano. Sólo me falta salir al río con una cocada de ropa y ponerme a lavar arrodillada en una piedra. Qué escena tan triste para una mujer de mundo como soy yo.

En todo caso, batí unos huevos, hice unas tortillitas y me libré de la comida de toda esa gente. Lo que si me dio pena fue preguntar si esos muchachos, tan fornidos y ricuelos, eran compañeros de mi Humbertico. Demás que estaban haciendo los deberes.

Mañana tengo que ir a ver cómo va la situación con el desmadejado de mi marido. Al fin, ni sé para que lo voy a sacar de allá, si a esta casa no entra. 

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