Capítulo 8: Verano traidor

¡Ay Diosito santo! Buscáme quién me haga el favorcito. La menopausia me llegó como un viaje exótico al caribe, pero en un hotel de 500 pesos la noche, sin aire acondicionado, sin ventilador y sin marido. Qué tardes tan cálidas las que tengo. Ayer estuvo lloviendo todo el día y yo en la plancha, harapienta, a ver si me enfriaba un poquito, pero no hay nada que se pueda hacer. Intenté meterle mano a la vuelta, a ver qué resultaba, a ver si me aliviaba un poquito, pero en esas llegó el viejo y no pude replantar ni una de las hortensias que tengo en las bolsas.  

La niña me vio como acalorada en la mañana, me preguntó por lo que me pasaba y yo le conté, como somos una familia moderna, y la muy avispada me trajo por la noche uno de esos aparatos largos que vibran, que para que me dé algo de alivio. Yo impresionada, asustada pues de los conocimientos de esa muchacha como tan ligerita, y me mostré enojada, indignada, porque esas no son cosas de gente decente. La muchacha lo volvió a empacar en la bolsita y se lo metió en la maleta.  Aquí estoy esperando afuera de la pieza a que salga para entrar a organizarle la pieza. Nada más. 

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