Capítulo 1: Los días de oro de Teresa

Ayer venía de misa, muy católica, entregada al altísimo, y de repente que escucho un jaloneo horrible, horrible cuando entré a la casa, y echo a mirar para la sala cuando el viejo viendo porno con mi mamá, la muy calenturienta ya se había quitado hasta la manguera del oxígeno, y el muy descarado soltaba baba como por una canilla. Entonces yo, calmada, como siempre, les grité:

  • –          Sinvergüenzas, ya te podrías alelar tanto vos escuchando el sermón de los domingos, que parece que ha pasado una procesión de babosas por mi cerámica recién puesta de marmol champañita. Y vos qué mamá, ¿no tenés mucho frío con esas uvas pasas al aire? Éntrate para la pieza dejá de ser cochina.

 

El viejo se paró del sillón de cuero rojo que me mandó mi tía Maru de Abejorral, se subió en la mesa a gritar que se le había parado, que no le importaba que se acabara el mundo, yo  no discutí, tosí un poquito y me eché a reír, después me fui a regar los geranios. ¿Por qué será que los hombres dejan de pensar cuando se les muere el pito? ¿Muerto el cerebro para qué las neuronas?
  • –          ¡Vieja!, Traéme el periódico que me voy a informar.
  • –          ¿Vos? ¿Leer? Si no juntás dos palabras desde que bautizamos a Adri.
  • –          Ya uno no puede disimular, que insensible, que modere el lenguaje, que esta es una casa decente. Entonces pásame el periódico que voy a cagar. ¿Te parece más cómodo así, imaginándome sentado en el oratorio?
  • –          Con cariño, luzbel, que tengo la trinidad santísima de mi lado.
  • –           Y el cuchillo de la carne, la pipeta de gas y la sagrada olla arrocera. Amén.
  • –          ¡Andate, pocapicha!
  • –          ¡Y con esa lengua comulgás!
  • –          ¡Bah!, que a esta boca le han entrado más glorias que goles al Millos.

También ando nostálgica porque las cosas económicas no van para nada bien en la casa, con decirles que el lunes el muchacho se fue para el colegio sin echarse una miga de pan a la boca porque rebusqué y rebusqué entre todos los pantalones que había, pero sólo encontré medio chicle en una cajita de Adams, dos pedazos irreconstruibles de un 1100 y medio porro, entonces me senté en el sofá, me comí el chicle, me fumé el bareto y me puse a hablar con mi vecina Carmelita por el celular.

Comentarios

3 comentarios

    • VitoCorleone. el 20 agosto, 2012 a las 18:23
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    Muy mal. Primero ese lenguaje que trata parecer coloquial.. no se logra ni en las curvas, Uno no dice «También ando nostálgica porque las cosas económicas no van para nada bien en la casa» eso es muy acartonado. Otra vaina: Eso de llamar Capítulo a algo que no tiene el más mínimo sentido es hasta cómico. Recuerde hombe que el camino al infierno está plagado de buenas Intenciones. Muchas grandes novelas se escribieron de esta manera, pero sumercé muñeco ni es Joyce. ni es Oscar Wild… a duras penas se me hace como una mezcla entre Gabriel García Marquez ( ya con demencia senil ) y el redactor de noticias judiciales del periodico «El Espacio» ¡ah y drogado!

    1. ¿Tan bien me conoces que sabes que soy Wild en la cama? Qué peligro de lectores, válgame Dios.

    • Berlusconi el 22 agosto, 2012 a las 12:44
    • Responder

    young, wild, free!

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