Un mundo afuera

Cuesta entender a Don Diego, pero el amor acaba por dar las explicaciones a los actos que parecen inconcebibles. Podía haberse marchado, correr loma abajo, gritar en la montaña, silenciar a su verdugo, pero prefirió quedarse con todo eso. Guardarlo en su corazón arrugado. El amor por esa niña era más grande que cualquier cosa. Siempre fue así, su pequeña Isolda lo era todo. Ahora sin ella, carecía de sentido luchar, defender su vida era intrascendente. Si no pudo darle ritmo a la respiración de su pequeña, porque habría de pelear por mantener la suya, desgastada y rancia, con más de medio siglo a cuestas. Quién era él para sentirse importante o convertirse en héroe. Eran más importantes sus discos de música clásica, su pequeña Isolda no está. Lo demás no importa.

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‘El mundo de afuera’ es el mundo del amor incontenido, desbordado y sobredimensionado. Una de esas historias que dejan sin aliento. De buenos y malos, de ganadores y perdedores. Desarrolla su acción principal en la Medellín de los años 60 durante el cautiverio de Diego Echavarría. Hombre de negocios, soberbio, pero con mucho corazón. Una prosa aparte. Un título que bien puede situarse en el castillo donde creció Isolda. Su ventana al real, desconocido y mágico mundo de afuera. Era sin embargo, para su padre, el mundo de los malos, de la crueldad.

Los ojos de su pequeña siempre fueron inocentes, así se cerraron para siempre. No tuvo por qué ver la maldad del mundo. Solo conoció los cristales de su castillo y las flores de su jardín. Había algo más que aquellos ojos merecieran ver. Tal vez, pero lo únicamente cierto es que no lo hizo. Solo observó hasta donde el alcance de su inocencia lo permitió. Otros ojos, de afuera, la observaron siempre.

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El castillo. Lugar donde se desarrolla la vida de Isolda. Hoy Museo El Castillo.

Giros inesperados, diálogos a lo Tarantino y una banda sonora donde se confunde el sonido de copas desportilladas con Richard Wagner hacen de esta novela, del escritor colombiano Jorge Franco, un plato fuerte. Una delicia para cualquier lector. Merecedora del último Premio Alfaguara de Novela (XVII edición), consta de 302 páginas de momentos inolvidables. De acciones que muy seguramente perdurarán en la mente de quien se sumerja en sus aguas.

Una lectura placentera. Mágica. Sufrir y reír mientras se lee es la prueba de que hay vida en un libro.

No corrió. Solo quería que la luz permaneciera apagada. Cómo apagada estaba su pequeña. El mundo de afuera se había desmoronado para Don Diego como un castillo de naipes se derrumba ante los ojos de un niño. El mundo de afuera había perdido el color. El castillo en la montaña era ahora en montón de piedra.

«Por amor a Medellín y a Colombia escribí El mundo de afuera», dijo Jorge Franco, de 52 años de edad, y destacó la influencia de Carrol y su «país de las maravillas» para lograr concebir esta interesante obra.

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Datos sueltos

El castillo donde creció Isolda y se desarrolla parte de la historia es hoy El museo El castillo. De hecho, el secuestro y muerte de Diego Echavarría fueron hechos que sacudieron a la capital antioqueña en 1971. Fue él, Don Diego, quien ordenó la construcción de este lugar mágico. Paradójicamente no se permitió que la obra El mundo de afuera fuese lanzada en ese recinto.

 

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