La carroza de Rosero

 La ausencia de referentes bibliográficos puede ser una ventaja en un determinado momento.
¿Por qué? …

Antes de enfrentarme a ‘La carroza de Bolívar’ encontré un pequeño comentario del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, en el que se refería a esta obra como “un fiasco”.
Aplastante.
Y argumentaba su posición en el hecho de esperar de esta historia tanto o más como encontró en Los ejército (1996), obra que le mereció el premio Tusquets de novela a Evelio Rosero.
Pues bien. Para mí no fue un fiasco, en parte gracias a que aún no he leído la novela publicada hace seis años, supongo.
En su más reciente libro, el escritor nariñense Evelio Rosero, nos transporta a Pasto, año 66 del siglo pasado, a escasas horas de recibir el año nuevo y a escasos días de celebrar la fiesta popular más representativa de esta zona: El Carnaval de Negros y Blancos.
Y en estas horas tempraneras de la novela es cuando se presenta el doctor (ginecólogo) Justo Pastor Proceso, personaje principal de la trama, para mostrarnos cómo vivir con la frente en alto al lado de una mujer atractiva y rebelde y con dos hijas que apenas recuerdan su nombre y con una ‘obsesión’ por la figura de El Libertador que lo encadena a décadas de estudio.
Justo Pastor Proceso encuentra una gran oportunidad de mostrar a la luz pública (tras 25 años de trabajo) sus investigaciones sobre Simón Bolívar. Y qué mejor que una carroza casi hecha, que en principio estaba llamada a jugarle una broma a un vecino intransigente, que a bala evitó esta afrenta.


Esa representación con identidad pastusa, tras algunos retoques, se podría convertir en La carroza de Bolívar, y recorrería las calles para poner a prueba la historia “mal contada” del sur de Colombia.
Desde luego que no todos en Pasto estarían de acuerdo con esta idea y es allí, precisamente, donde nacen los líos que dan pinceladas de humor, a veces fino y otras vesces no tanto, a la novela.

Por un lado está el doctor Proceso, quien intentará convencer a un grupo selecto de la sociedad pastusa de que lo acompañe en esta suicida misión, y por el otro, un grupo de izquierda ayudados por la derecha, que hará lo que sea por evitar este escarnio contra Bolívar.
Son 389 páginas de disparates, de historia de Colombia tomando como punto de referencia a José Rafael Sañudo (de quien, hasta hace una semana, ni idea ), de mitos y desmitificaciones, de cultura popular, borracheras y fiesta.
Rosero ha calificado ‘La carroza de Bolívar’ como una novela histórica y con la cual salda una especie de ‘deuda’ que tenía y debía cumplir como escritor nariñense.
Quien como yo, tome el libro desprevenidamente, creo que se va a entretener, lo va a disfrutar y le va a quedar la duda sobre la verdadera historia en época independentista en esa zona del país.
Quien espere que Rosero planifique una batalla por superar con creces sus novelas anteriores, o en particular ‘Los ejércitos’, a lo mejor terminará sacando conclusiones al estilo Gardeazábal (a quien respeto mucho) y tilde de flojo, malo o de fiasco este libro.

 

– Y no sólo en Pasto sino en todo el país -siguió la Iscuandé, acicateada-, el abuelo nos decía que Bolívar siempre fue un gran hijueputa, en cualquier tierra que pisara.
La carroza de Bolívar. Ed. Tusquets, 2012. Pág 69

 

Así se refiere Rosero a su libro:
“…Yo me baso sobre todo en la obra del historiador nariñense José Rafael Sañudo: Estudios sobre la vida de Bolívar. No es un libro ‘antibolivariano’, como han pretendido hacer creer sus detractores. Es, sencilla y únicamente, una obra veraz. Él no es un historiador medroso, o adulador. En cierto modo, mi novela es un homenaje él”:


Para la Revista Credencial, enero 10 de 2012.

Comentarios

4 comentarios

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    • JORGE ENRIQUE ACUÑA A el 25 mayo, 2014 a las 21:35
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    Sobre el comentario anterior, es muy fácil identificar la critica destructiva y sin valor patriótico en el libro que imagina una mente resentida en contra de la lucha independencista traicionada históricamente por los pastusos.

    En aplicación del principio de Estocolmo, los pastusos seguimos alabando y añorando a los opresores y servilismo mostrados en las traiciones históricas como fue el caso de la batalla del bajo palacé y aque ahora se promueve con un orgullo pueril a través de la cátedra Agualongo.

    En resumen el libro es un descredito que a la pluma de una persona que escribe lo que se imagina, no cree todavía que Bolívar tuvo que dedicar toda una vida y recorrer a Caballo las grandes extensiones para liderar la expulsión del imperio Español.

    Dejemos de generar más añoranza por los que nos oprimieron

    1. Gracias por su comentario. Un abrazo.

    • Jacob Giraldo el 18 febrero, 2015 a las 9:23
    • Responder

    Detrás de bambalinas la historia no escrita de las andanzas y glorias escritas, un acérrimo enemigo de Bolívar y sus compañeros de juerga y sangre, eran los que no querían separarse de España, adictos al Rey, a servir al poder y los príncipes, manipulando al pueblo, fielmente retratado en el monumento “Panachi” en Santander, sobre una hoja de tabaco, el esfuerzo de sus gentes, y la máscara que esconde esa mano socarrona, rendición de Zipaquira donde los Comuneros fueron repartidos en pedazos de vida por todas partes, que siempre han estado al servicio de los fajos de oro, mientras trepan a sus destinos de príncipes. Solo queda el corazón palpitante de Agustín Agualongo, como un estandarte manipulado por los rumores domingueros. En esto Simón Bolívar debió enfrentar y desafiar, años de dominio por miedo de toda América. Ese es el mérito incuestionable de Rosero y sus libros, nos muestra la punta del hilo, laberinto de nuestra historia no escrita.

    • Jacob Giraldo el 18 febrero, 2015 a las 9:34
    • Responder

    Alexander Becerra, no se si este sea el espacio para invitarte a que le des una ojeada a «Ideas» de Peter Watson, origen de nuestros miedos, nuestra culpas, «Caín», «Evangelio Según Jesucristo» de Saramago, para ver otras otros encuentros con la historia, esa que no leemos pero que se puede decir sin temor a faltarle al respeto a una fe. Caín es el primero y único inmortal que aun respira entre nosotros como un errante.

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