El arte de pisotear una obra de Arte

Laura Badillo.

Laura Badillo.

Laura Badillo, defensora de los derechos de las mujeres y de la población Lgbti, expone en este artículo de opinión lo que existe tras el «arte» de «pisotear» una obra de arte.

El arte de pisotear una obra de Arte.

 

Fotografía de Juan Carlos Cáceres.

Fotografía de Juan Carlos Cáceres.

Por: Laura Inés Badillo Ramírez.

Desde principios del mes de julio hasta finales de agosto de 2015, en el Centro Cultural del Oriente se llevó a cabo ‘Seis de Seis’, una iniciativa que nos invitaba a conocer las propuestas de seis artistas (cinco hombres y una mujer), quienes fueron convocados por la Galería Urbana con el apoyo del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga para exhibir su trabajo artístico, desplegar su valentía y poner de relieve su vulnerabilidad con relación a lo que significa mostrar su obra al público. Cada jueves fui a la inauguración – de las exposiciones. Algunas veces pregunte, otras escudriñe en sus formas, traté de comprender lo que representaban, si existía  fuerza o sutileza, -sentido, contenido o concepto. En otras palabras, busqué su estética tras la línea delgada del arte.

Rito Hemel Patiño Santos, Karen Carreño, Julián Cardona Rodríguez, Danny Fabián Delgado Rangel, Juan Carlos Cáceres Beltrán y Wilson Tavera fueron los artistas invitados en esta oportunidad. Una de las técnicas que imperó fue el acrílico, robustecido por colores agridulces y llamativos que dominaron gran parte de las obras; la acuarela hizo su aparición en rostros de una mujer que se repetía con atuendos y ornamentos que representaban diversas culturas; vibraron problemas nacionales que generaron vergüenza, exaltación y heroísmo; y evolucionaron los ‘Nichos’ como una propuesta artística que nos mostraba el ciclo de la vida.

En este proceso de observación y de dialogo que propiciaba ‘Seis de Seis’, la exposición denominada ‘Vulgaris’, de Juan Carlos Cáceres Beltrán, fue una de las obras que despertó particularmente mi interés. Se trata de un cuadro con un fondo negro y un hilo blanco cuidadosamente demarcado que representaba a Diomedes Díaz. El hilo con el que se construyó este retrato se cortaba y volvía aparecer en el marco hasta extenderse sutilmente en la superficie de la sala de exposición.

De esta manera, la obra titulada ‘Diomedes Díaz’ fue una de las más admiradas de la noche. Los y las presentes se fotografiaban continuamente con el personaje representado. ¡Claro!, ¿cómo no reconocer al ídolo, sus composiciones, su legado, su historia de amores y desamores, el proyecto de ley para homenajearlo, y la novela transmitida en horario triple A en un canal de la televisión nacional, que posicionaban al cantante vallenato en un tema de actualidad y controversia?

Así que ante este escenario, poco a poco noté que los transeúntes y participantes de la exposición esquivaban el hilo blanco y cuidaban notoriamente la obra. Esta acción como un reflejo inverso trajo a mi memoria a Doris Adriana Niño, su asesinato y las múltiples violencias que vivió, la condena de Diomedes por 12 años que se redujo a la mitad; el tweet del periodista Félix de Beduot -que retwittee (“La muerte de Doris Adriana Niño no puede ser tratada como  una anécdota más en la vida de Diomedes. Fue un crimen despreciable”)-; y los feminicidios que se edifican en nuestras ciudades como el asfalto, sin ningún alto aparente.

Así que sin más, me dirigí a la obra y traspase el espacio sagrado frente al artista, pisoteé el hilo blanco, para luego, volver a pisotearlo, y esta vez, fui más consciente de mi indignación y de la interacción con la obra. El artista pacientemente comprendió la denuncia, o por lo menos, su rostro no mostro su enojo. Ahora, entre este relato, la obra, el artista, los y las visitantes a la exposición, me pregunto y, ¿ustedes qué hubieran hecho?

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