La forma del agua, un monstruoso amor

Monstruos enamorados de humanas, ya hemos visto a través de la historia del cine. Un príncipe culto animalizado por un hechizo, un simio gigante deslumbrado por una hermosa rubia, un conde inmortal que busca a su amada, entre otros, y aunque varios de ellos se han convertido en íconos cinematográficos, hay algo en la relación entre Elisa y el hombre anfibio de La forma del agua (Del Toro 2017) que la hace aún más especial que las anteriores.

 

          Sally Hawkins y Doug Jones en LA FORMA DEL AGUA

 

Elisa es una joven aseadora muda quien trabaja en el turno de la noche en un laboratorio científico al cual traen a una criatura anfibia humanoide para estudiarla. La particularidad y a la postre la clave para establecer una relación con la criatura es que logran identificarse con la marginalidad y la discriminación a la que han sido sometidos.

A pesar del aislamiento, Elisa aún no es un ser dañado por la sociedad. Al contrario, detrás de su cuerpo menudo hay una mujer que goza tranquilamente de su sexualidad, que sueña despierta y es sensible con lo que sucede a su alrededor.

Además, su condición de discapacidad se convierte en una ventaja comunicativa que no tienen ni los científicos ni el nuevo jefe de seguridad del laboratorio, el radical señor Strickland, quien fue el que atrapó al hombre anfibio en un río de la selvática Suramérica.

 

                   Michael Shannon como Strickland en La forma del agua

 

El director Guillermo del Toro plantea desde el inicio el tono de fábula que va a seguir la historia. El arte vintage, nos evoca a las películas Serie B o de bajo presupuesto que rellenaban la cartelera cinematográfica en los años 50 del siglo XX, en donde la fantasía estaba limitada por los recursos técnicos, situación que desviaba el objetivo de terror o suspenso y las hacías lamentablemente risibles.

En este cuento, la Serie B adquiere otro nivel pues el director mexicano lo envuelve en un aire romántico, divertido y curioso. No lo vemos como una aberración entre especies sino como una afectuosa y musical solidaridad entre excluidos.

Y es que tanto los personajes principales como los secundarios son una representación de los objetos de discriminación que se siguen evidenciando en las diferentes sociedades. Por eso sentimos el racismo en las noticias del mundo exterior y adentro rondando el edificio estatal, palpamos la lamentable homofobia así como el temor agresivo a lo extranjero, muy pertinente si tenemos en cuenta las palabras despectivas de Donald Trump sobre estos temas.

 

 

Y como el tono de la película es de fábula oscura, la misma narración nos lleva a preguntarnos ¿Quién es el monstruo? No de donde viene la criatura o porque es así, sino quién representa más peligro para una comunidad ¿El ser verde, con branquias y dientes de piraña que no habla nuestro idioma o el hombre blanco, alto, religioso y ejemplar padre de familia que lo tortura?

Del Toro encontró su estilo desde el Laberinto del Fauno y lo fue puliendo en otras películas de monstruos como Titanes del pacífico, Hellboy y El espinazo del diablo hasta llegar a la combinación equilibrada de héroes marginales, arte fotográfico, aventuras, efectos especiales, mitos, actuaciones delicadas, amores y monstruos en La forma del agua; que apropósito, alcanzó 13 nominaciones a los Oscar 2018.

Sally Hawkins su protagonista ya fue ganadora al igual que del Toro y la película de los Critics’ Choice Awards 2018 premio de la crítica especializada, y aunque en los Globos de Oro fueron de las más nominadas sólo obtuvieron dos: Mejor director y mejor música para Alexandre Desplat, lo que hace incierto su triunfo en los Oscar.

 

          Sally Hawkins y Octavia Spencer en La forma del agua

 

Adicional a esto, en los últimos días del Toro ha sido acusado de plagio por el parecido de su historia con un corto holandés titulado El espacio entre nosotros del 2015. El mexicano ha dicho que compró los derechos de esa historia hace ya varios años y que más bien la cosa podría ser al revés. Lo que si acepta es su enorme gusto por las llamadas Series B, entre ellas La cosa del pantano de Wes Craven, su inspiración y homenaje a varias de ellas.

Me tomé el tiempo de revisarlas concluyendo que por más parecido con las demás, La forma del agua se diferencia en la construcción de personajes, por la bella banda sonora, el delicado diseño de arte, el trasfondo social, la magia de los ambientes y la experiencia de más de 25 años del director.

 

 

 

Hay varios monstruos parecidos en la historia del cine: el de La bella y la bestia, King Kong, Drácula, La mosca, incluso Shrek; todos fuertes, un tanto salvajes, pero en el fondo romanticones, dispuesto a enfrentarse a lo que sea con tal de conseguir los favores de su amada, pero el Hombre anfibio y Elisa de La forma del agua tienen algo especial, un encanto difícil de explicar, una complicidad que se siente en cada escena y que cada uno de los que la han visto llama de manera diferente; yo le digo, poesía audiovisual.

 

Comentarios

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1 comentario

    • Mayger Mora el 9 febrero, 2018 a las 7:07
    • Responder

    Guillermo del Toro es un Director con un gusto particular por las historias o fabulas como lo mencionas en tu artículo, recurre a esa magia del cine de terror de los 70 y 80 en donde primaba la construcción del personaje por las falencias en los efectos especiales que se tenían en la época. Me gusto la forma como describes la película y por sobre todo el respeto con el que tratas a Guillermo del Toro, que en lo personal es de los grandes directores de la actualidad.

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