Yo, Tonya: de villana a humana

En la película I, Tonya (2017) del director Craig Guillespie, hay una secuencia en la que un documentalista les pregunta a los personajes sobre el incidente con la patinadora Nancy Kerrigan; todos por separado demoran un poco en responder hasta que el esposo de la protagonista dice: probablemente la mayoría lo imaginan… y pasan una escena donde está Tonya con un bate partiéndole las piernas a Nancy.

 

Margot Robbie como Tonya Harding

 

¡Y es cierto! Cuando me preguntaron quién había sido Tonya Harding la respuesta directa fue, la patinadora que golpeó en una pierna a su rival en las eliminatorias para los Juegos Olímpicos del 94.

No sé si por el paso del tiempo tendemos a simplificar las cosas, o si es que tenemos informaciones fragmentadas y rápidas de las noticias o sencillamente se nos olvidan porque no nos interesan. En ese punto borroso es cuando entra el arte cinematográfico para abrir otra dimensión en la historia.

El incidente que menciono y que solo aparece en el clímax de la película, ocurrió en 1994 cuando horas antes de una competencia clasificatoria a los Juegos Olímpicos de Lillehammer , un tipo golpeó con una macana en la rodilla a la número uno del patinaje artístico estadounidense Nancy Kerrigan, rival de Tonya Harding.

 

 

El ataque indignó por supuesto a la sociedad estadounidense aunque el asombro fue mayor cuando las investigaciones apuntaron al esposo de Tonya, Jeff Gillooly, como el autor intelectual del vil acto y a la misma Tonya como cómplice. Todo un escándalo mundial.

Lo que hace Guillespie es ampliar la mirada para que al final no tengamos una respuesta tan simple a la pregunta de qué pasó.  La gracia está en que retrocede hasta la niñez y juventud de la protagonista para mostrarnos un contexto de maltrato familiar y posteriormente de pareja que nos hace entender al personaje; no necesariamente para justificarlo, sino para reconocer una vez más que no existen verdades absolutas, solo interpretaciones de los hechos.

Ese pasado en imágenes tiene un presente desde donde se cuenta la trama. Las personas que de una u otra manera contribuyeron a que se desencadenara semejante atentado o que influyeron en el comportamiento de Tonya, dan su testimonio ante cámara llevándonos de la indignación a la risa hasta llegar a la decepción.

 

Allison Janney como Lavona Golden la madre de Tonya

 

Las razones de la implacable mamá, las excusas amorosas del esposo agresivo, los complots del “guardaespaldas”, las mismas justificaciones de Tonya para sus actos, nos van armando ese rompecabezas frágil que es la mente de esta adolescente excepcional en su deporte envuelta en un acto de extrema gravedad.

Margot Robbie en el papel principal nos hace sentir los sueños de esta niña, la rabia de la adolescente, la frustración de la deportista, el miedo a su entorno, el desconcierto, el resentimiento hacia los jueces de sus rutinas que en últimas lo son también de su vida.

Robbie se desprende de su impactante belleza apreciada en El lobo de Wall Street (2013) y de la caricaturesca locura de Harley Quinn en Escuadrón suicida (2016), para meterse en los patines de la contradictoria Harding, haciéndonos pensar que estamos ante una promesa cumplida de la actuación, con un exitoso camino por recorrer.

 

Margot Robbie en El lobo de Wall Street

 

Mención especial se la lleva Allison Janney, quien viene de la comedia televisiva Mom y ya ganó el Globo de Oro, los Critics Choice Awards 2018 y probablemente el Oscar, por el papel dramático de su vida, caracterizando a LaVona Fay Golden, la madre de Tonya.  Una mujer que nos genera molestia, desagrado, sorpresa y quien en realidad es una tremenda villana de carne y hueso.

Hay también efectos especiales casi imperceptibles que están al servicio del relato y no para descrestar volando edificios. El triple salto hacia atrás que logró la Harding en una competencia del año 1991 es recreado impecablemente por artistas digitales. Ninguna patinadora actual aceptó hacer de doble, ante el riesgo y la dificultad que implica. Hay que tener en cuenta que muy pocas mujeres en el mundo son capaces de completarlo en competencias y Tonya Harding fue la primera.

A veces se nos suele recalcar que nuestro objetivo en la vida es la búsqueda de la verdad, como si sólo existiera un hecho definitivo e inmutable, como si no hubieran matices, puntos de vista diferentes, versiones por constatar, como si los seres humanos fuéramos planos, en blanco y negro o unidimensionales, como si no hubiera un sistema complejo de factores por interpretar y eso no es cierto, con I, Tonya lo pudimos comprobar.

 

 

(Próxima a estrenar)

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